Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre.
Mateo 15:19-20a
La conducta
Haciendo un repaso ligero a los llamados al arrepentimiento que encontramos en la Biblia, encuentro que el énfasis está en la conducta. Podemos ver ejemplos tanto en el Antiguo Testamento (2 Crónicas 7:14) como en el Nuevo (1 Juan 1:9). Parece que no se llama tanto a transformar el interior, sino nuestros actos. Al menos se describe en esos términos. Esto no significa que se aprueba la superficialidad. Se impulsa el arrepentimiento honesto que proviene del corazón (Joel 2:13), pero definitivamente implica abandonar lo que uno está haciendo mal.
Sin embargo, atendiendo a lo que enseña Jesús, realmente toda conducta pecaminosa proviene de un corazón estropeado. Los actos que nos contaminan provienen de nuestro ser. Así que ¿de qué nos arrepentimos? ¿de lo que tenemos en el interior o de lo que hacemos? Podríamos decir que de las dos cosas, pero quiero proponer que tener en cuenta lo que tenemos dentro nos podría facilitar el cambio que anhelamos.
Arrepentidos por lo que queda en el interior
Sentirme mal porque he mentido está bien, y es un comienzo, sin embargo, puede ser más significativo preguntarnos la razón de por qué he mentido. El problema mayor no es la mentira, sino quizá el miedo, la vergüenza, la codicia, la lujuria. ¿Y si nos arrepentimos también de nuestro interior? Esto puede ser más eficaz si deseamos nuestra transformación ya que:
- Nos ayudará a enfocar de una sola vez muchas conductas derivadas de una misma raíz, no una sola o no sólo la que más nos molesta. Atacar la lujuria nos guiará tanto a no ver pornografía, como a aprender a mirar a otros sin desearlos.
- En este mismo sentido, nos ofrecerá la posibilidad de contemplar la vida de forma diferente, porque además de actuar limpiamente, veremos a Dios, a las otras personas y al mundo que nos rodea con otra mirada. Esto abrirá la puerta a un tipo de vida muy distinta.
- Atacar la raíz además, disminuirá la posibilidad de regresar a dónde empezábamos. Si dominamos una conducta por un tiempo, pero la raíz sigue ahí, la lucha continuará con la misma intensidad.
- Por último, nos obligará a claudicar y a admitir que ese tipo de cambio interno ya no depende de nuestro esfuerzo. Si bien alguna vez podríamos decir que hemos dominado una conducta, ¿realmente podemos, por ejemplo, dejar de envidiar, de quejarnos o de estar airados por nuestro propio esfuerzo? Eso realmente está fuera de nuestro alcance, y es ahí donde admitiremos: necesito ayuda, de Dios mismo y de su iglesia.
Foto de Jametlene Reskp en Unsplash
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