Destinados a ser excelencia de Dios
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Efesios 2:10
Obras maestras
¿Cuál es la obra bien hecha? ¿Es la que hacemos nosotros? Al relacionar el valor que tenemos como personas con la calidad de las cosas que hacemos, podemos perder la perspectiva de una realidad más completa. No sería adecuado llegar a creer que la obra de nuestras manos es lo que garantiza cuán importante somos, ya sea que se trate de nuestro trabajo, de nuestras habilidades, de nuestro conocimiento o incluso de la construcción de nuestra propia personalidad por nosotros mismos.
Todo cambia si ampliamos nuestra mirada de la realidad, incluyendo a Dios y reconociendo su lugar como creador. En la primera oración de Pablo en su carta a los Efesios, pide a Dios que él alumbre los ojos de esta iglesia (Ef 1.17) para que vean de forma más clara, para que lo que contemplen sea la obra redentora de Dios (v.18-23). Esa obra está hecha con excelencia y en ella estamos nosotros incluidos.
Pero no sólo eso, sino que cada uno de nosotros es una obra trabajada a mano por él mismo (Ef 2:10). Algunos lo interpretan como que somos una “obra maestra”. Aunque el texto no dice literalmente eso, no es difícil imaginar que si es Dios el que lo hace de forma tan personal, el resultado no será menos que cualquier obra de arte hecha por nosotros.
Repercusiones
Por ello, el pensamiento que más debe dominar en nosotros no es tanto lo que nosotros podemos hacer, sino lo que él está haciendo y creando continuamente en su universo y también concretamente en cada hijo suyo en particular: nosotros seremos la obra excelente hecha por él para que se haga pública la grandeza de Dios (Ef 3:10-12). La principal obra que está en juego realmente no es el fruto de nuestras manos, sino nosotros mismos, en lo que él nos quiere convertir.
En este sentido nuestra forma de ver aceptar esta realidad más amplia va a influir en cómo afrontamos nuestra vida y las cosas que hacemos. Dios no está llamado a participar y mejorar nuestras tareas. Sino que somos nosotros los que estamos llamados a participar de lo que él ya está haciendo. Y somos incorporados a esta maravilla.
Por eso la oración del Padre nuestro que enseñó Jesús está cargada de sabiduría. Primero expresamos el deseo de que las cosas de Dios se cumplan, que su voluntad se cumpla en medio de nosotros. Luego le pedimos que nos cuide (que nos dé el pan), no como un intercambio de favores, porque no le estaremos pidiendo nada que él no quiera hacer con lo suyo ¿no desea llevarnos a ser una obra excelente?
Foto de Praswin Prakashan en Unsplash
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