1 Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos;
Porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres.
2 Habla mentira cada uno con su prójimo;
Hablan con labios lisonjeros, y con doblez de corazón.
Salmo 12:1-2

El diagnóstico. La palabra y la maldad

La maldad empieza y acaba con la palabra. No pervive en silencio. Finalmente tendrá alguna forma expresión verbal: manipulación, ira, halagos, etc. Si los seres humanos se alejan de Dios y su influencia, esta dinámica se convierte en lo habitual, y el resultado es la incertidumbre sobre la verdad de la vida, sobre lo que es real o no.

Las personas continuamente mienten y se ocultan en cortinas de palabras y por otro lado mantienen su valía de los halagos superficiales, sin base ni fundamento (v.2). Es una conducta mutua que incluso pueden reconocer su realidad y aún así dejar que siga funcionando. Como un mal irremediable y necesario. ¿Qué nos queda si no?

La consecuencia. La  fuerza de la costumbre

Si nos acostumbramos a hablarnos sin sinceridad, será normal que con el tiempo nuestro corazón acabe engañándose. No es que simplemente se muestre desconfiado, sino que acabará queriendo creer cualquier cosa. Preferimos vivir en un mundo de mentiras si eso nos reporta una recompensa inmediata. No importa que sea cierto, lo que interesa es que seamos “funcionales” y que nos dé una apariencia de bienestar.

Por otro lado, en este tipo de ambiente, es inevitable que finalmente aparezca la injusticia hacia otras personas. La mentira precisamente no genera bienestar social (v.5).

La contrapartida

Ante la consciencia de este mal que parece que invade e inunda todo lo que nos rodea (v.1), ¿hay una alternativa?

En Dios hay palabra estable y fundamentada. No es posible encontrar en ella mentira (v.6). No queda nada en ella que pueda dar lugar a tropiezo o a equivocación. Nos presenta la realidad tal y como es, acerca de nosotros, de Dios y del mundo en el que vivimos.

Claro que vivir a través de ella conlleva problemas al enfrentarse con la mentira, pero finalmente quienes confían en ella estarán al lado de aquél que prevalecerá (v.7). Es otra verdad de su palabra que debemos recordar.

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