Oh Jehová, de mañana oirás mi voz;
De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.
Salmo 5:3

La audiencia de la mañana

Reconozco que voy a tirar de algo de imaginación, y que verdaderamente no puedo asegurar el contexto del salmo. No obstante, no es difícil suponer que alguien como David, que es rey, no estuviera pensando al escribir este salmo en las solicitudes que se hacían de audiencia a un rey para reclamar justicia. No es una idea tan descabellada.

De hecho, David mismo llama a Dios “Rey mío” (v.2). Parece que piensa en que al día siguiente, en la mañana, se acercará al soberano y le expondrá sus asuntos porque no son caprichos, sino que le afectan directamente. Después, allí esperará hasta recibir una respuesta (v.3).

¿Es lícito molestar a Dios?

David va con palabras, quejidos, clamores e insistencia (v.1-3). Casi parece que es impertinente, dejándole claro que no acudirá a ningún otro lugar, sino a él (v.2). ¿Es esto posible? ¿Qué hace que podamos acudir a Dios sin salir mal parados en el intento? ¿Le desagradarán a Dios nuestras impertinencias?

Me gustaría proponer algunas razones por las que para Dios no es una molestia:

  1. Por quién es Dios. Él es un Dios justo (v.4) y misericordioso (v.7). Por tanto, Él no está centrado en sí mismo, ni desinteresado en lo que sucede a su alrededor, ni despreocupado, impasible o indiferente. Al escuchar la voz de quien está indignado por la maldad, Dios se muestra afectado por ello.
  1. En segundo lugar porque Dios no es pasivo (v.6). Se muestra responsable con lo que sucede. Es rey y le interesa su reino. David lo sabe por propia experiencia y por eso se siente con el deber de presentarle la situación. Claro, que no es cuestión de que Dios no lo sepa, pero David no tiene otro recurso que la oración para interpelar a su Dios.
  1. Porque la situación lo requiere (v.5 y 7). David sabe que lo que sucede son cosas que Dios aborrece y que de alguna forma impondrá su justicia (v.10).

Dios quiere que le “molestemos”

No sólo es cuestión de que a Dios no le desagrada que le importunemos con estas cosas, es que él desea que nos indignemos con la injusticia y tratemos de estas cosas con él. Es más es probable que lo que le moleste es que no lo hagamos.

Es verdad, tenemos que recordar que nosotros no somos reyes de ningún pueblo como lo fue David, y ahora sabemos que la puerta de la gracia está abierta por la muerte de Jesús y por tanto que el castigo está, de alguna manera, suspendido. Esto modifica nuestras peticiones, porque ya no pensamos solo en el castigo, sino en la restauración y salvación de muchos. Sin embargo, seguimos preocupados y deseosos de que Dios intervenga con misericordia y finalmente con justicia en la restauración de todas las cosas.

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