En principio vivir sería algo sencillo y la Biblia muestra que es así. De hecho, por naturaleza todos más o menos tenemos grabado de forma instintiva qué es vivir. Es hacer cosas, tener una vida activa y por otro lado relacionarnos con las personas. Ahora, la variedad y la forma de hacer eso cambia.
En Génesis 1, cuando, en el relato en el que se habla de la creación, una vez que se crea todo en donde vamos a estar, Dios provee de todas las cosas que vamos a necesitar y después de eso dice: Administrar la tierra (o sojuzgarla) y fructificad, trabajad en ella. Producid y fructificar, también tiene que ver con tener hijos, tener descendientes, es decir, lo que tiene que ver con la relación.
Más adelante también habla de que no era bueno que el hombre esté sólo, así que es el otro enfoque de las relaciones.
Lo que sucede es que el hombre entra en una situación, que se relata también, en la que todo eso lo hace mal y en la que además pierde otra cosa fundamental del hombre, que es la capacidad y la posibilidad de relacionarse con Dios. Le da la espalda a Dios, luego, pierde eso y todo lo demás, tanto el trabjo como las relaciones con los iguales y la relación con la naturaleza, todo eso se desvirtúa y deja de funcionar como tenía que hacerlo.
Hoy en día algo de eso nos queda pero no funciona nunca bien. Y lo que Dios trama a lo largo de toda la historia es una forma de restaurar todo eso.
Deuteronomio 30 nos muestra que Dios pone dos cosas a escoger a su pueblo, la vida o la muerte.
Si tratamos de vivir esforzándonos con nuestros actos para hacer una cosa pero nuestro corazón en realidad no se inclina hacia Dios, son simplemente actos que no llevan a la vida.
Si nuestro corazón se inclina hacia Dios eso sí nos lleva a la vida.
Esto de la vida y la muerte es en dos sentidos:
Cuando Jesús viene, de alguna forma hace posible que nuestro corazón, de verdad, se incline hacia la vida. Por eso en el Nuevo Testamento se habla de regeneración, se habla de nacer de nuevo, se habla de nueva vida. Aspectos que relatan o describen de una forma más real o de una forma que se refleja que verdaderamente es posible que nuestro corazón se incline y pueda vivir para Dios.
Según cómo lo entendamos. Por una parte no.
La Biblia no nos dice qué cosas hay que hacer para estar vivo. La Biblia no es un manual en donde simplemente nos dice: Haz esto y esto y estarás vivo y si no lo haces no estarás vivo.
Sin embargo, la Biblia o la teología, entendida como conocer a Dios y conocer la realidad, sí nos enseña dónde está la vida. Y cuál es el camino a la vida.
Todo esto también tiene que ver con lo que entendamos como conocer.
Por ejemplo, cuando un niño empieza a crecer, empieza a conocer muchas cosas acerca de la vida, acerca de la física, del movimiento, qué es peligroso, qué es divertido, cómo reacciona la gente, etc. Eso no lo hace por un conocimiento teórico previo que empieza a aplicar. Lo hace porque a lo largo de su experiencia, por lo que resulta cuando actúa y por lo que ve en lo que hacen los demás, pues va conociendo de una forma más amplia que lo que se le podría enseñar diciéndole: la vida es esto, esto y esto. Lo va descubriendo por si mismo.
En ese sentido, cuando Jesús viene, Él habla de ser sus discípulos. Porque Jesús habla de un conocimiento ya no sólo teórico de lo que ellos conocían hasta ese momento, que eso era bueno tenerlo en cuenta y tenerlo en mente, pero eso tenía que trasladarse también a una experiencia de vida. Y es en Jesús mismo donde se ve qué es eso de vivir, en qué consistía vivir. Y Él se los demostraba.
Además Jesús permitió el acceso a esa forma de vida a través de su obra y lo que hizo en la cruz.
De ahí que algo fundamental en la vida de cualquier persona que se acerca a Dios es ser un discípulo de Jesús. Ahora no lo tenemos físicamente cerca, hay una forma distinta de ser un discípulo de Jesús, pero siempre vamos a acabar siendo un alumno que mira a su maestro, lo imita y está con Él porque sabemos que en Él está la vida y por allí por donde Él va, nosotros vamos siguiendo a quién es la vida en si misma.