Cuando el arca de Jehová llegó a la ciudad de David, aconteció que Mical hija de Saúl miró desde una ventana, y vio al rey David que saltaba y danzaba delante de Jehová; y le menospreció en su corazón.
2 Samuel 6:16
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Obstáculos a la alabanza
Imagino a Mical, desde un lugar elevado, lejos del pueblo, dirigiendo los ojos hacia abajo, con su interior oprimido. El honor que esperaba recibir está por los suelos, porque estaba unido al de su marido David. Él tenía que haber mostrado dignidad real a través de su atuendo y compostura. Pero allí estaba, despojándose y humillándose ante el pueblo, delante de Dios. Y Mical estaba lejos.
No es posible alabar desde el orgullo. El orgullo nos hace mirar hacia nosotros mismos, empequeñeciendo en nuestra mente al Creador. La arrogancia apresa nuestro corazón y nuestro cuerpo, impidiendo que se entreguen y se expandan.
Tampoco es posible adorar puramente mientras deseamos mantener una buena impresión ante los demás. Si tenemos la mirada en los otros, dejamos de estar delante de Dios. Esto no significa que adorar es un acto individual. Lo hacemos conjuntamente, pero en la búsqueda humillada de la presencia de Dios.
Reconocimiento de nuestro corazón
Cuántas veces he notado dentro de mí la alabanza “contenida”. No hablo de si bailo o no bailo, o si muestro ciertas expresiones al orar o al cantar. Me refiero cuando me doy cuenta de que mi mente está preocupada por el concepto que quiero que los demás tengan de mí. Me importa demasiado humillarme, pero es sólo desde ahí donde únicamente puedo adorar con un corazón puro y sincero.
La cuestión en este texto no es si se baila o no, si se salta o se tocan palmas. El contexto en el que estemos nos puede indicar si es adecuado o no. Lo que importa es si reconocemos con sinceridad lo que hay dentro de nosotros: orgullo y necesidad de la aprobación del otro o humillación ante la presencia de nuestro Dios.
De hecho podemos danzar y brincar desordenadamente. Y cantar y gritar sin humillación y con un corazón dominado por el orgullo y el deseo de impresionar al otro. Somos capaces de bailar sin libertad, e incluso con sentimientos de superioridad, de provocación o por costumbre.
Alabanza “controlada”, “descontrolada” o “libre”.
¿Te sientes identificado? Quizá al leer estas palabras sientes temor de lo que pueda dar lugar esta libertad. Si es así, es probable que te preocupe más que se nos vayan las cosas de las manos que la alabanza libre a Dios.
Claro que existe el riesgo de pasar a un lado equivocado en el que lo importante es la expresión externa y no la disposición del corazón; el descontrol en vez de la libertad. Sin embargo, delante de Dios, en humillación y en amor, el caos no tiene lugar
Oración
Dios mío, llévame a reconocer mi alabanza contenida, la pongo ante ti y llévame a la adoración en humillación, en la libertad que me has dado y en el amor a ti y a tu iglesia.
Foto de Nadim Merrikh en Unsplash
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