En Dios solamente está acallada mi alma;
De él viene mi salvación.
Salmo 62:1

Lo que inquieta nuestro interior

En este salmo podemos encontrar algunas pistas de las cosas que pueden hacer que nuestra alma no encuentre el silencio que anhela:

  1. las luchas con otras personas, enemigos o no (v.3), la tendencia de defenderse y de imponer nuestra razón o voluntad sobre los demás;
  2. la tensión de la falsedad (v.4), de los demás, pero también la nuestra propia, nos sentimos empujados a no ser sinceros en un entorno de constante apariencia;
  3. la carga que soportamos cuando no encontramos esperanza (v.5), el desánimo de no ver una salida al momento que vivimos;
  4. el aparente éxito a través de la violencia y la riqueza, y la resistencia de no seguir su juego (v.10).

Pero la lista no acaba ahí. Cada uno podría pararse cuando percibimos la inquietud y preguntarse: ¿qué me provoca el ruido presente de forma permanente en mi mente? 

Buscando la calma

Lo que hace el salmista, además de reconocer lo que le inquieta, es recordar y repetir realidades. En dos ocasiones se dice a sí mismo: sólo en Dios encuentra mi alma el silencio (v.1 y 4). Y al final trae a su mente no una, sino dos realidades de la persona de Dios que le conducen hacia ese remanso: su poder y amor hacia él (v.11 y 12).

La calma se encuentra acudiendo a un espacio en el que volvamos a poner nuestra mente en Dios y concentrarnos en las realidades que soportan y dirigen este mundo: Dios mismo. El reposo se encuentra también en la cruz y resurrección de Jesús, que recuerda el valor que tiene nuestra vida para Dios y en la esperanza de restauración.

Foto de Mohammad Alizade en Unsplash