Entonces David dijo a Gad: En grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres.
2 Samuel 24:14
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Entrando en el contexto
Esta historia de David es difícil de asimilar. Lo que sucede en sí mismo nos molesta. Parece que nos pone trabas para aceptar a Dios como un ser de amor y de justicia. El caso es que David peca al hacer un censo del pueblo. Sin embargo, no es fácil comprender la razón por la que esto fue pecado, ni de por qué fue tan grave, ni el motivo por el que fue incitado a realizarlo. Sí se nos dice que después de hacer el censo, David se siente responsable y pide a Dios que le quite su culpa (2 Sam 24.10).
Dios responde a David por medio del profeta Gad. Le ofrece tres “consecuencias”. De entre ellas, David escoge la que lo pone en las manos de Dios, sobre todo evitando ponerse en la de hombres. Esa decisión llevó al pueblo a sufrir una epidemia en Israel que produjo mortandad hasta que, intercediendo con sacrificios, Dios paró la extensión de la enfermedad.
Siempre mejor en las manos de Dios
A pesar de todas las dificultades que tenemos en esta historia, las palabras de David son significativas. En muchas ocasiones de nuestra vida, la visión que podemos tener de las circunstancias pueden apuntar a que Dios no está llevando bien sus asuntos, y que en base a nuestro análisis, confiar en él no parece lo mejor. Incluso puede que lleguemos a ver a Dios como alguien autoritario, distanciado y hasta cruel ¿es que no sabe hacer las cosas mejor?
No obstante, hubo una verdad que a David le llevó a tomar una determinación: es mejor ponerse en las manos de Dios que en las de los seres humanos. No voy a defender a Dios con ello, creo que él no lo necesita de mí. Pero observando este mundo, sé que ningún ser humano es verdaderamente confiable.
Ponernos en las manos de Dios no implica siempre apreciar que las cosas van conforme a nuestros criterios de justicia y amor, pero es asumir que no hay mejor lugar en el que estar. Es más, ahora más que en tiempos de David podemos reafirmarnos en su amor al pensar en la propia entrega de Cristo. Ahora más que nunca tenemos una muestra palpable de que “sus misericordias han sido, son y será muchas”.
Foto de Milada Vigerova en Unsplash
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