He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce;
Nuestro lecho es de flores.
Cantares 1:15-16
En el libro de Don Quijote, se cuentan historias de otros personajes paralelas a las del Caballero de la Triste Figura. En varias de ellas, se narra cómo la belleza femenina origina el caos entre quienes la rodean. Esta suceso se repite en otros muchos relatos tanto ficticios como reales; antiguos y modernos. La belleza siempre ha sido un asunto candente, vital en cualquier época o cultura. Hoy en día, visitando cualquier red social, tenemos un despliegue de cuerpos femeninos y masculinos tratando de llamar la atención de nuestros ojos, que difícilmente se pueden resistir a lo bello del ser humano.
¿Tiene Dios algo que decir sobre esto? Aunque es probable que los haya, no recuerdo haber leído textos que reflexionen sobre el lugar de la belleza física desde el punto de vista teológico, y sobre todo, su repercusión en la vida diaria. El caso es que si convivimos con la belleza todos los días, si forma parte de nuestra realidad, será necesario tener un concepto adecuado de ella y será mejor si este proviene de Dios.
Es cierto que este no es un asunto teológico que destaque especialmente en la revelación de Dios, pero hay material suficiente para su estudio. En algunas historias bíblicas, se nos recalca que existían personas cuya hermosura influenciaba en los acontecimientos, como las mujeres de Abraham (Gn 12:11-12) y de Isaac (Gn 26:7). También se habla del buen parecer de hombres como Daniel a quien se escogió entre otros factores, por su aspecto físico (Dn 1:4). En los consejos de Proverbios se nos advierte que la belleza de la mujer puede ser engañosa (Pr 11:22; 31:30).
Los profetas también mencionan la hermosura física, pero en ocasiones con puntos de vista más positivos. Isaías recuerda que el remanente de Israel tendrá la hermosura de su Dios (Is 28:5) y su rey salvador será hermoso (Is 33:17). Ezequiel contiene un pasaje destacado en el que el acto de salvación de Dios incluye la concesión de la hermosura de Dios a su pueblo (Ez 16). También tenemos el Cantar de los Cantares, donde un hombre y una mujer se deleitan mutuamente contemplándose (Cant 1:15-16).
Con respecto al Nuevo Testamento, los evangelios dicen poco sobre la belleza de las personas. De Jesús mismo suponemos que no fue un hombre especialmente atractivo, si tenemos en cuenta Isaías 53. En las cartas de Pablo y Pedro volvemos a tener advertencias sobre el uso de la belleza (1 Tim 2:9; 1 Pe 3:3). Finalmente en Apocalipsis, vuelve a mencionarse la belleza del pueblo de Dios como una novia preparada para la boda (Cp 19:7-8)
Ahora bien, con estas pocas menciones, no pretendo dar una respuesta profunda a este tema, sino resaltar la importancia que tiene para nosotros el pensar en ello. La propuesta teológica que ha dado muchas veces el cristianismo es la de poner la belleza como algo negativo, casi como un invento (instrumento) de Satanás. En esta teología, basada en textos como los de Proverbios o las cartas de Pablo y de Pedro, parece como si Dios se hubiera equivocado al crear las cosas bellas; pero esta vía de interpretación no es posible porque como he mencionado, tenemos textos que hablan de lo bello como algo agradable a Dios.
Por lo tanto, como pasa con otras tantas cosas buenas que Dios ha creado, lo que sucede es que la maldad del hombre pervierte todo lo hermoso; pero rechazar la belleza en sí no es el camino correcto, porque no soluciona el problema de lo mal que llevamos manejar lo bello y además caemos en el horrendo error de tachar lo bueno hecho por Dios como algo malo (Is 5:20). Le estaríamos diciendo a Dios que se ha equivocado.
Es por ello que este artículo solo es una propuesta de reflexión para mí y para cualquiera que desee pensarlo. Colocar la belleza en su justo lugar nos permitirá manejar mejor las siguientes realidades:
- Nuestra identida: Si bien Dios aprecia la hermosura, no quiere decir que lo bello sea necesariamente el único y/o más importante indicador del valor que tenemos como persona, tal y como se nos empuja a creer continuamente en la sociedad en que vivimos.
- A pesar de lo anterior, entender lo bonito que es en sí mismo el cuerpo humano, el de cada uno de nosotros. La belleza, aunque no sólo, tiene también que ver con el físico y es importante que nos reconciliemos con ello y con nuestro cuerpo, tenga la edad que tenga. Esto implica también reflexionar sobre qué es hermoso en el ser humano más allá de lo (sexualizado).
- Y hablando de sexo, cuando vayamos colocando la belleza en su sitio, es probable que, de manera consciente o no, nuestra sexualidad también participe de la redención de Dios, porque la desligaremos de los conceptos imperantes en la cultura actual.
- En ocasiones, como contrapartida, que se nos ha enseñado a valorar la belleza interior, pero eso a su vez parece que minusvalora lo físico. Comprender la belleza en su verdadero sentido, nos ayuda a saber convivir con lo físico, lo emocional , lo espiritual y encontrar lo bello en todos estos aspectos, no sólo en uno de ellos
- La belleza tiene más que ver con contemplar que con poseer. Dar el lugar correspondiente a lo bello implicar que sabemos mirar sin traspasar los límites de la otra persona, apreciar y no invadir.
- Por último, encontraremos el punto de contacto entre lo bello, el amor y la alabanza.
Todo esto es verdaderamente relevante, porque no sólo tiene que ver con la relación entre unos y otros, sino también con Dios. Nuestro Dios es un Dios hermoso (Sal 27:4), que creó lo bello (Gn 1):31 y Ec 3:11). Si renunciamos a la belleza en nuestra vida, si no aprendemos a convivir con ella, nuestra concepción de Dios y del ser humano va a estar distorsionada.
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