Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.
Juan 3:20-21

a. Nicodemo el oculto

Estas palabras de Jesús ocurren en una conversación compleja. Jesús utiliza ideas que podrían parecer un poco abstractas a primera vista, alejadas de la vida cotidiana o de cosas que uno pueda poner en  práctica en el día  a día. Por ejemplo habla de “nacer de nuevo” o “nacer de agua o del Espíritu”, “subir y descender del cielo” o “aborrecer la luz”.

Es de la luz y  las tinieblas de lo que me gustaría reflexionar en este artículo. Las palabras de Jesús citadas al principio son extrañas porque ¿quién en su sano juicio aborrece la luz del día? Puede ser que conozcamos a alguien que le guste la noche, pero ¿que aborrezca la luz? Y si hay alguno, serán muy pocos. A las personas normales les gusta vivir durante el día, bajo la luz del sol. Lo curioso  es que Nicodemo, con quien habla Jesús,  fue a su encuentro de noche, probablemente ocultándose de sus amigos. 

¿De qué te ocultas Nicodemo? ¿A qué le tienes miedo?

Sin entrar en toda la teología que encontramos en esta conversación, Jesús habla de algo que parece bastante lógico y que tiene que ver con la realidad con la que sí podemos identificarnos: en la luz es difícil ocultarnos, a no ser que nos cubramos con algo, volviendo en tal caso la oscuridad. 

Por el contrario, la mejor forma de que nadie nos vea, de escondernos o pasar desapercibidos es caminar a oscuras, sobre todo si no hay alumbrado público como sucedía en los tiempo en que sucedió esta historia. Claro, que si caminamos todos los días en la oscuridad,  consecuentemente experimentaremos tropiezos, miedo, soledad, sensación de habernos perdido…. Cosas que nos impiden llevar una vida medianamente normal.

b. Viviendo la oscuridad

Tenemos que reconocer que la mayoría de nosotros, aún a pleno día, ocultamos cosas;  no las traemos a la luz (al conocimiento de los demás e incluso de nosotros mismos) porque no lo deseamos, como dice Jesús. En este sentido aborrecemos la luz. Dejando esas cosas en la oscuridad buscamos  no sentirnos reprendidos ni culpabilizados.

De forma breve me viene a la mente algunos ejemplos de las cosas que ocultamos, son simples ejemplos generales de una lista larga y más concreta:

– nuestros deseos de poseer al otro, de herirle;
– el miedo:  a los demás, a la muerte, a la vida…;
– nuestros actos oscuros: lo que hacemos en la intimidad de  nuestra habitación;
– nuestro cuerpo y sexualidad, aquellas cosas que nos desagrada mostrar;
– nuestro pasado….

Además ocultamos selectivamente., es decir,  a unas personas les escondemos algunos secretos de nuestra vida y  a otras otros. Es frecuente que nos ocultemos de los que más queremos, precisamente por ello, porque no les queremos hacer daño con nuestros secretos, y porque su reprensión es la que más nos dolería.

A veces pasa que haciendo alarde de cierta intimidad, en realidad estamos ocultando otras cosas. Y es que ocultar es un arte aprendido con esmero durante años.

Jesús deja claro a Nicodemo que el que tiene la práctica de ocultar, acaba viviendo en tinieblas. Y cuanto más cosas oculta, más aborrecerá la luz,  aunque todos los días  viva  bajo la luz de un sol radiante. Y esto tiene unas consecuencias similares que ya hemos mencionado: confusión, estar perdido, no tener ninguna idea de quiénes somos y qué tenemos que hacer con nuestro tiempo y estar continuamente esforzándonos para que la luz no desvele todo.

Quien vive o ha vivido así, sabe o intuye que verdaderamente eso no es vivir. 

c. La persona de la luz

La conversación entre Jesús y Nicodemo es una invitación. Le dice que si quiere comprender la vida en el reino de Dios, tiene que nacer de nuevo (Jn 3:3). Esto curiosamente tiene que ver también con la luz, porque un recién nacido pasa de la oscuridad a la luz.

Este nuevo nacer tiene que ver con comprender que Jesús mismo es la luz, y que como luz, podemos reaccionar a él, aborreciéndole o dejando que ilumine nuestra vida (Jn 3:19).

Jesús vivió una vida pública. Si leemos atentamente su historia, no vemos en él nada de ocultación. Era algo que debía asombrar a quienes le conocían. En Jesús vieron a una persona transparente, que lo que hacía correspondía con la persona que era. Era pura luz, y seguro que esto lo hacía a su vez atrayente y repulsivo.

Él representa el tipo de vida que deseamos, sin el agotamiento de ocultarnos. La vida de una transparencia sana y liberadora.

d. Algunos pasos prácticos

· Por eso, si en alguna forma deseas dejar de vivir en ese estado de tinieblas, el primer paso es dejar que la persona de Jesús te ilumine. Propongo el reto de conocerle a través de los escritos que tenemos, a los que  llamamos Evangelios.
· Al hacer esto, el mismo Jesús se encargará de dejar expuesto aquello que ocultamos, y se ofrecerá para restaurar. Cuando esto suceda, no volvamos a la oscuridad, demos un paso adelante, porque en vez de vergüenza, Jesús quiere devolvernos honra.
· También será necesario encontrar a alguien confiable con quien volvernos transparentes, porque tenemos que dejar de ocultarnos ante los demás.
· Después será necesario convertirnos en aprendices de Jesús, porque él está interesado en enseñarnos en cómo se vive en medio de tanta luz.

Lo que sucede como resultado de este tipo de vida, la de vivir en verdad y no en mentira (oculto) es que, como Jesús, lo que se manifiesta es que nuestras vidas, ya sin ocultarnos, están vividas en Dios (Jn 3:21), en el ámbito de su reino (Jn 3:3  y 5).

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