“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.”. 1 Pedro 4:10

Grandes aspiraciones

Estamos rodeados de grandes historias. Desde niños nos ponen ejemplos de personas admirables a quienes admirar e imitar, con la intención de animarnos a “hacer algo importante”, “cumplir nuestros sueños” y otra serie de expresiones similares que tratan de ilusionarnos con obtener la satisfacción a través de la confección de nuestra propia vida por la vía del éxito. 

Para los que nos preocupa la situación de las personas en necesidad, los relatos que nos impulsan son los de aquellos que han entregado todo por amor o han conseguido cambios sociales relevantes en la historia, como Martin Luther King. En este caso, el éxito es formar parte y tener un papel relevante en la lucha contra las injusticias y males de este mundo.

No sé si son cosas mías o no, pero últimamente se da menos importancia y reconocimiento a quienes se dedican a investigar y a contrarrestar los valores de este mundo posmoderno frente a las Escrituras. Ya no se nos dice que seamos como C.S. Lewis, por ejemplo. Por ello las  historias de los grandes pensadores quedan en segundo plano, son más llamativas las de los grandes agentes sociales.

Un peso que no es soportable

Sin quitar un gramo a la importancia de estos impresionantes acontecimientos y de las personas que formaron parte de ellos, y lo positivo y estimulante que han sido como ejemplos para nosotros, pienso que también pueden convertirse en una carga e incluso en una lanza que tirarnos entre unos y otros.

El caso es que las comparaciones nos pueden llevar por mal camino. Los casos pueden ser múltiples, pero expongo uno con el que yo personalmente me veo envuelto. Por ejemplo, si eres cristiano y no estás implicado en un proyecto social, puede que se que sintamos la presión de que verdaderamente no somos un verdadero discípulo de Cristo.

Se nos acusa de ser insensibles, de no involucrarnos en proyectos humanitarios, de cerrar la mirada a los pobres o a otro tipo de necesidades, de tener una religión teórica e inservible, de tener una vida cómoda, de no considerar a los demás, de no haber comprendido el evangelio y más aún, de no haberlo acogido. Si uno se para a leer las pequeñas frases en las redes sociales, hay mucho de esto.

Todo ello impregna la vida de muchos verdaderos discípulos de Cristo en una falsa culpa, todo lo contrario a lo que busca realmente el evangelio, y carga sobre los hombros de algunos un peso que no fueron llamados a llevar.

El llamado de Jesús y del Espíritu Santo

La llamada de Jesús a la compasión, al cuidado, a la generosidad, es una llamada personal, no ministerial. 

Cuando un discípulo de Cristo trabaja o invierte su tiempo libre en el mundo de lo intelectual, de las ideas, en la escritura, la lectura, la enseñanza o la divulgación, no significa necesariamente que es una persona no compasiva, ni generosa o sin preocupaciones por la deriva de este mundo. En realidad, como alumno real que es de su Señor, conoce o está buscando conocer las enseñanzas de Jesús, porque ama a su maestro y ha puesto sus capacidades a su servicio. No a todos Jesús nos ha dicho: dedica tu tiempo a una ONG. Y menos aún: “no hagas nada que tenga que ver con lo intelectual”.

De hecho, es el Espíritu quien libremente ha puesto a unos en un lugar y a otros en otro, y cada uno de nosotros haremos bien en reconocer el papel del otro y en aceptar el nuestro propio, dejando de lado las comparaciones dañinas y los niveles de santidad que solemos crear para salir favorecidos frente al otro.

Eso es lo que quiere decir Pedro en su carta en el pasaje con el que empiezo este escrito: “Cada uno, según el don que ha recibido”. En esta porción, Pedro habla de la forma de vivir del pueblo de Dios en contraste con quienes no le conocen. Comenta la hospitalidad y el amor, frutos que deberían estar en cada persona. Y menciona el servicio a los otros a través de los dones, pero éstos son muy distintos y eso es lo que quiere decir “la multiforme gracia de Dios”. Esta palabra “multiforme” habla de un tapiz lleno de colores muy variado que en su conjunto es hermoso.

Consecuencias en la vida de cada uno

Es cierto que existe el peligro de que cuando te enfrascas en el ejercicio del servicio que Dios te ha dado, te olvides de las manifestaciones del fruto del Espíritu Santo en tu vida cotidiana. Jesús nos llama a  vivir pendiente de las necesidades del prójimo, de los que están alrededor de nosotros. Esa posibilidad está al alcance y responsabilidad de todos. Quien de verdad es discípulo o aprendiz de Cristo, lo imita desde donde está. Y si en su camino alguien necesita ayuda, es capaz de dejar su agenda a un lado y responsabilizarse de su necesidad, aún cuando la mayor parte de su tiempo lo esté dedicando a aspectos diferentes a la ayuda social.

Por todo ello:

* Como discípulos de Cristo, escuchemos la voz del Espíritu de Dios sobre cuál es el don que Dios ha puesto y empeñémonos en ese don y no en otro al que no hemos sido llamados. 

* Como discípulos de Cristo, dejemos de compararnos a los otros sin desear lo que hace y sin despreciarlo

* Como discípulos de Cristo, dejemos de motivarnos por la culpa o por competencia, sino con la libertad que nos da el Espíritu en amor

* Como discípulos de Cristo, seamos compasivos y generosos con lo que Dios nos ha dado, atentos a los prójimos que nos rodean y sin tratar de tener el peso y el control del mundo en nuestros hombros, ya que eso sólo le corresponde a Dios.

Photo by Claudio Schwarz | @purzlbaum on Unsplash