38 Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entró en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. 39 Tenía ella una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. 40 Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer.
Lucas 10:38- 40

Amar aunque no lo sintamos

En ocasiones cuestionamos la idea de que amar es ante todo una emoción positiva que se produce por la relación con otra persona. Si eso fuera así, sería imposible querer a todas las personas. No podemos albergar tantos vínculos fuertes.

Sin embargo, amar implica algo más, y se puede dar incluso cuando el sentir interior no nos acompaña, ya que podemos querer y odiar a la vez a una misma persona. El amor es una realidad demasiado compleja para definirlo como una simple sensación de bienestar. De hecho, los griegos tenían cuatro palabras para hablar de distintas formas de vincularse afectivamente, mientras que en español usamos dos de manera prácticamente sinónima.

Amar como mandamiento

Cristo mismo nos dejó el amor como mandamiento, lo que parece que implica que es algo más parecido a hacer el bien que a sentir afecto. Éste debía estar dirigido primero hacia Dios y de forma secundaria hacia nuestros cercanos. De hecho, esto era tan vital que Pablo llegó a entender que toda la ética está englobada en vivir en amor (Romanos 13:10).

El disfrute de la otra persona

Sin embargo, podemos llegar al otro extremo, y dejar al amor totalmente desnudo de la emoción y el bienestar.  Por ejemplo, al leer la escena de María a los pies de Jesús, normalmente hacemos hincapié en que María escogió lo mejor porque prefirió aprender de Jesús que tener una vida activa. Sin embargo, quizá hay algo más que eso. María disfrutaba de su presencia.

Marta escogió otra forma de amar, el servicio y la responsabilidad, también es una expresión de favor hacia el otro, pero que puede desvincularse del disfrute de la persona.

No quiero decir que este fue el caso de Marta, pero todo esto me ha hecho pensar que si bien servir es amar al otro, a veces se convierte en un obstáculo e incluso en sustituto. Puede llegar a ser una forma de evitar pasar tiempo con otra persona, porque nos incomoda o porque no sabemos estar ante su presencia. Al menos a mí me ha pasado. María supo hacer algo muy simple, sentarse , escuchar y amar

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