“ Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo, porque esta es la
voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”
1ª Tesalonicenses 5:16-18

Recuerdo el día que me bauticé…no la fecha, pero sí recuerdo que tenía 15 años, hacía sol y era un domingo precioso. Recuerdo que las hermanas y hermanos de la iglesia, venían o felicitarme y todos creían que era un día perfecto para darme consejos o procurarme profecías tan agradables como “ahora es cuando empieza lo verdaderamente difícil…” como si me hubiese alistado en un cuerpo de seguridad especial y ese fuera el día de mi graduación.

Me sorprendió mucho, por una parte, que la gente pensara que el bautismo cambiaba mi categoría cristiana, algo así como que ahora Satanás sí me tendría en cuenta para tentarme y querer que fuera por el mal camino y, por otra parte, la idea de la vida cristiana como un jardín de zarzas y pinchos donde cada paso sería un verdadero sacrificio. Muchas veces, incluso, se nos invita a pensar si estamos sufriendo lo suficiente por ser cristiano, y si no es así, a que reevalúes tu compromiso con Cristo.

Cierto es que La Biblia nos narra en muchas ocasiones que en el mundo tendremos dificultad, pero en seguida dice que confiemos, que Cristo ya lo ha vencido. También parece que si predicamos a Cristo, vamos a tener un montón de enemigos (y podría ser según el contexto sociocultural y político en que vivamos) pero, también es verdad que yo puedo hablar de Jesús a las personas de mi entorno y, actualmente, no me van a apedrear ni a meter en la cárcel (quizás esto sí que lo aprovechamos poco)

A las personas que creemos en Dios, nos sucede la vida, como a todos los demás…pruebas, enfermedades, tristezas…, como a todos los habitantes de la tierra, pero con la ventaja de que el Rey de la Gloria es nuestro Padre. A veces me da la impresión que como cristianos, nos creemos los únicos seres tentados, pero no es cierto, todas las personas, aunque no crean en Cristo “son tentadas”; todos tenemos un código moral que nos rige y también las personas que nos rodean son tentadas a saltárselo en algunas ocasiones. Nadie es infiel sin pensárselo, ni entra y roba un banco porque necesita dinero, la agente adicta es infeliz porque sabe que algo no está bien en ellos…la diferencia es que nosotros podemos pedir ayuda a nuestro Padre y ellos no. Es muy diferente pasar por un proceso de enfermedad grave sabiendo que Dios está al control que pasarlo sin esperanza ninguna. Todas nuestras penalidades las pasamos con Dios de nuestro lado y eso es infinitamente mejor que pasarlas solos.

No estamos llamados a ser cristianos tristes, muy al contrario, estamos llamados a mostrar la satisfacción que proviene de una vida plena en el Padre. No estamos llamados a estar exultantes de felicidad y saltando de alegría en cada momento de nuestra vida; pero tampoco a ser cristianos tristones, llorones y quejosos.

Lo contrario a la queja es el agradecimiento. Si lo practicamos más, podremos acorralar la queja hasta hacerla desaparecer y convirtiéndonos en personas satisfechas (gozosas) con su realidad. Nuestra vida en Dios debería estar llena de plenitud y cuando tengamos que atravesar el valle de sombras, confiar en que Dios va a nuestro lado Todo el camino.

Foto de Sinitta Leunen en Unsplash