Quien es recto, contemplará su rostro.

Salmo 11:7

Las imágenes

En este salmo se nos dibujan tres imágenes y una secuencia final. Pone nuestra mente en escenas visuales que para los primeros lectores eran muy vívidas y que también nosotros podemos imaginarlas.

En primer lugar vemos a una persona en medio de un espacio descubierto en la tesitura de buscar protección en las montañas o mantenerse en una supuesta batalla. Por otro lado contemplamos a sus enemigos, armando un arco, escondidos y dispuestos a soltar la flecha para matar. La otra realidad es bien distinta, observamos a Dios en su templo y en su trono desde donde su mirada alcanza para ver lo que está sucediendo en esa encuentro. Se nos describen sus ojos atentos. La imagen no se acaba ahí, luego de recordar el carácter de Dios, se detalla una escena atroz de destrucción de los enemigos.

El desafío

Ante una situación de temor, en la que la confianza en Dios se tambalea, el salmista nos plantea hacia dónde está nuestra mirada: hacia una protección superficial (el monte o la montaña), hacia el enemigo o hacia Dios. Se deja ver que huir al monte no es una mera cuestión estratégica, sino que es en realidad es un desafío a dejar de confiar en Dios. Lo que implica vivir sin un fundamento real y definitivo, a merced de cualquier cosa que pueda pasar.

El juego de miradas

En ese caso, ¿qué es lo que se puede hacer? La respuesta es que mirar a Dios nos hace recuperar y/o mantener la confianza. Poner nuestra mente, los únicos “ojos” que ahora pueden ver a Dios, en la realidad de su existencia como creador y sustentador de este mundo es lo único que puede sostener nuestra fe.

Dios, por otro lado, también contempla a sus amados y no cierra los ojos hacia las injusticias y hacia la maldad de este mundo. Finalmente, como anticipando la vida que va más allá de esta tierra, cada uno de los justos, o cada uno de los que Dios hará justos, podríamos completar, mirarán limpiamente el rostro de Dios. La esperanza de verlo también fortalece la fe.

Por último, podríamos contestar a la pregunta del propio salmo: si son destruidos los fundamentos, ¿qué puede hacer el justo? Mirar hacia el rostro de Dios.

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