“Pero tú eres Santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel” salmo 22:3

  Debido a un encargo que me hicieron, llevo un tiempo meditando sobre la alabanza; su influencia en nosotros, a nivel físico, emocional, social y espiritual, pero también en la relación que se produce entre Dios y nosotros cuando alabamos. Es así que mi mente ha inventado el concepto de “espacio- alabanza” y, cómo acabo de decir es simplemente una ideación mía que me ayuda a considerar y querer mejorar mi tiempo/espacio de alabanza a Dios.

 Primero y simplemente por puntualizar, ya que estoy segura que todos lo sabemos, la alabanza es una expresión de gratitud, reconocimiento, honor, temor hacia Dios y, como tal comprende muchas formas de manifestación, aunque las más habituales son la oración, la canción y la expresión verbal; sin embargo se puede alabar a través de la pintura, el baile, la escultura o simplemente en el recogimiento que se produce cuando nos damos cuenta que estamos en presencia de Dios.

 Es de ese momento de recogimiento del que me gustaría hablar. Seguro que todos nosotros hemos sentido, en algún momento de nuestras vidas, mientras estábamos en adoración solos o con nuestros hermanos, que nuestro espíritu (alma) se elevaba y nos encontrábamos en presencia de Dios y este estaba físicamente presente…esto es lo que yo llamo “espacio-alabanza”, ese lugar que se crea cuando alabamos y en el que a Dios le gusta habitar. No podemos entender cómo la alabanza y adoración, que para nosotros es intangible, para Dios es algo similar a su hogar (porque es en el hogar donde nos gusta estar y nos sentimos cómodos). Es una fortaleza, aunque Dios no necesite lugares fortificados dice su palabra: “de la boca de los niños y los que maman has fundado la fortaleza”. 

 Me gusta pensar que para Dios, nuestra alabanza es un lugar en el que habita y se siente cómodo, disfruta allí de una comunión especial con nosotros. Es, para ambos, un anticipo en la tierra de lo que viviremos en el Reino;  un esbozo efímero e incompleto de lo que será la convivencia con Dios y aún así, es el lugar en el que mi espíritu anhela estar y cuando consigo entrar en mi “espacio- alabanza”, entonces siento que no quiero irme de ahí, quiero quedarme en su presencia siempre.

 Entrar en este espacio, no es simplemente ponernos a cantar y ya; conlleva acercarnos con humildad ante el trono de su gracia y dejar que sea el Espíritu Santo quien transforme nuestras palabras imperfectas y banales en verdadera adoración. En momentos así, versículos como  Juan 4: 23-24 cobran verdadero sentido. Puede ser a través de la adoración en la comunidad o también en solitario pero me parece que Dios disfruta cuando se pasea con nosotros en medio de la alabanza contento y feliz anticipando el bienestar eterno que no tendrá fin cuando definitivamente venga Su Reino.

23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Juan 4: 23-24

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