Envía tu luz y tu verdad; estas me guiarán;
Me conducirán a tu santo monte,
Y a tus moradas.
Entraré al altar de Dios,
Al Dios de mi alegría y de mi gozo;
Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.
Salmo 43:3-4
Los salmos 42 y 43 van de la mano. Es posible que fueran una sola composición, porque repiten su coro y tienen el mismo tema. El salmista siente nostalgia por la casa de Dios ( 42:4) y anhela volver (v.43:3). El templo debía estar siempre iluminado, la luz debía estar continuamente encendida, así que no es de extrañar que el salmista tuviese en mente esa idea (así como la columna de fuego que guió a Israel a la tierra prometida.
Cuando uno lee atentamente estos dos versículos y piensa en Cristo, es sorprendente las coincidencias. Cristo es luz (Juan 1:5-9), es la verdad (Juan 14:6) y el camino hacia el padre (Juan 14:6). Cristo además nos llevará hacia la posibilidad de vivir con Dios (Juan 14:1-2).
Por eso esta oración tiene significado completo para nosotros, sabiendo que, en primer lugar, la luz y la verdad ya fueron enviados. Dios contestó la petición del salmista para toda la humanidad. En segundo lugar, aún hoy, podemos orar por quienes no han recibido esa luz y, aún por nosotros mismos que nos queda un recorrido por finalizar.
Foto de Jeremy Bishop en Unsplash
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