Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
Filipenses 4:5

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La mesura

El vocablo griego que aquí se traduce como “gentileza” es ἐπιεικής (epieikés). Aparece pocas veces en el Nuevo Testamento. En otras versiones también se ha traducido como amabilidad o bondad. Sólo en una versión revisada (Reina Valera 77) se ha optado por “mesura”, que quizás es una de las más acertadas, aunque esta palabra española es poco usada en el lenguaje común.

“Epieikes” puede definirse como la forma adecuada y suave de cumplir la ley manteniendo su sentido, sin procurar hacer daño pero sin dejar de hacer lo que es adecuado. Es como la línea delicada que existe de verdad y amor. Es la actitud de no aplicar las normas de forma estricta, sino suavizadas para mantener su espíritu. De ahí que esa palabra española “mesura” sea adecuada, porque tiene que ver con saber ponderar la forma de hacer las cosas (la palabra proviene del latín “mensura”, que significa medida).

Gracia y verdad. 

Como humanos nos cuesta mantener la tensión entre la gracia y la verdad. Tendemos hacia un lado o hacia otro. La mesura es hacerlas coincidir. No es un punto medio. Quizá lo mejor es verlas como un encuentro donde no se renuncia a ninguna de ellas, sino que se dan a la vez. El salmo 85 dice: “la misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron” (v.10).

Tenemos que asimilar que no puede darse la una sin la otra. Los preceptos legales (ya sean prohibiciones u obligaciones) en el fondo tienen un espíritu de amor: el de buscar  el bien de Dios y de los que están cerca nuestro (el prójimo). Por otro lado, la búsqueda de la verdad y lo correcto también nos debe llevar al amor. Ambas van de la mano. Si quitamos el amor, realmente afectamos a la verdad. Si quitamos la verdad, negamos el amor.

Cuando el amor se convierte en permisividad, en desobediencia, realmente no hay amor. Si lo pensamos bien, estamos fomentando el egocentrismo. Y si la verdad se convierte en crudeza y aplicación de medidas estrictas, negamos la realidad del sentido que buscan esas normas y las convertimos en cosas absurdas. Desvirtuamos el poder y destruimos a las personas.

Por eso, Pablo dice que nuestra “mesura” sea conocida de todos los hombres. Porque es un acto extraordinario en este mundo el vivir en amor y en verdad de forma integrada. Y es sólo viviendo con su Espíritu Santo, en la medida que nos dejamos llevar por él, que en nuestra vida puede darse esa realidad de que el amor y la verdad se encuentren en nuestra propia persona y la podamos reflejar.

Foto de Edward Cisneros en Unsplash