Pero yo estoy como olivo verde en la casa de Dios;
En la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre.
Salmo 52:8

Este salmo surge de unos hechos concretos, según lo tenemos explicado en su introducción. David lo escribió porque un hombre llamado Doeg, militar bajo el mandato de Saúl, usó su influencia para inducir a éste a promover una masacre de unos sacerdotes que habían apoyado a David. No sabemos exactamente qué dijo Doeg sobre los sacerdotes, pero sin lugar a dudas habrá cargado su contenido para poner a Saúl en contra de ellos.

En base a estos acontecimientos, David expresa que aquellos que aman la maldad, aman también a la mentira (v.3). La maldad no se puede sostener nunca en un entorno de verdad. Necesita que todo sea tergiversado. Y lo que se desprende de todo ello es una vida desarraigada, insegura (v.5).

Cuando uno tiene que vivir dando razón de por qué hace lo que hace y por qué tiene el derecho de hacerlo aunque con ello provoque caos, inevitablemente transforma la realidad para ajustarla a sus criterios de conducta. 

En contraste, la vida en Dios, basada en la verdad, siempre está enraizada y fortalecida cerca de su presencia (v.8). David usa la imagen no sólo de un árbol en general, sino específicamente de un olivo, el cual se caracteriza por su longevidad, belleza y la riqueza de su fruto.

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