Porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio.
Hechos 17:23

En Atenas había altares y estatuas para muchos dioses, y junto a todos ellos tenían un espacio vacío, por si acaso ofendiesen a algún Dios que ellos no conociesen. Pablo, aprovechando ese hueco, trata de conectar con los ciudadanos de aquel lugar y les habla de Cristo, de quien de verdad no habían oído hablar.

Como en Atenas, tenemos muchos dioses o muchos caminos que tratan de dar respuesta a la condición humana de nuestra sociedad. Tanta diversidad es un indicador de que occidente se encuentra perdido. Pero además, para esta sociedad no es suficiente con todas estas posibilidades y se siguen reinventando o rescatando ideas del pasado que buscan respuestas. Es la evidencia del espacio vacío que está por rellenar.

Como iglesia tenemos que ser conscientes de ello, observar dónde están buscando las personas que nos rodean su dios no conocido y hablarles de que aquello que anhela tiene nombre: Cristo.

El problema principal de nuestra sociedad no son las injusticias, la violencia o la deriva moral. Todo ello son consecuencias de un alejamiento de Dios (Romanos 1). La sociedad está perdida por una razón espiritual, y es que no reconoce la presencia de Dios alrededor de ellos (Hechos 17:24-28), y viven como si Dios no estuviera presente en este mundo, ajenos a la necesidad de conocerle. Es ese el principal papel que tenemos que jugar como iglesia. Que las personas reconozcan a Dios como parte de la realidad.

Oramos y clamamos para que Dios solucione las injusticias y la inmoralidad que nos rodea. Y está bien hacerlo. Pero ante todo la iglesia tiene que clamar por la realidad espiritual, “venga tu reino”. La historia de la iglesia nos muestra que cuando se produce un regreso a Dios, los cambios morales y sociales suelen venir como consecuencia.

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