Con el tiempo que llevan de haber creído en la buena noticia, ya deberían ser maestros. Sin embargo, todavía necesitan que se les expliquen las enseñanzas más sencillas acerca de Dios. Parecen niños pequeños, que no pueden comer alimentos sólidos, sino que sólo toman leche.
Hebreos 5:12
Hace poco, hablando con adolescentes sobre la “ayuda a morir”, surgían dudas sobre las personas cuando quedan en estado vegetativo, es decir, cuando están inconscientes y sus funciones vitales se realizan con el soporte de la tecnología: respiradores, bombas de alimentación… Yo les comentaba que en estas personas hay que invertir gran cantidad de recursos para mantenerlos simplemente así, en estado vegetativo. Normalmente estos pacientes requieren cuidados excepcionales que conllevan muchos recursos económicos y de personal, y no se espera que se recuperen de su situación.
En esta conversación, me vino a la mente la idea de que hay muchos “cristianos vegetativos”.
Muchas de nuestras iglesias se están convirtiendo en unidades especializadas donde se atienden a “cristianos en estado vegetativo”, es decir, lugares donde se invierten muchos recursos económicos, de tiempo y de personas para mantener más o menos a un número variable de cristianos cuya fe sobrevive (o eso queremos creer) por los esfuerzos que se invierten en ellos. Sólo se “alimentan” de las predicaciones. Su aire y su vida se renueva de reunión en reunión y el tiempo que pasa entre éstas “vegetan” sin llegar a ser verdaderos cristianos activos en un mundo que les necesita.
Yo les preguntaba a los adolescentes si ellos querían ser “cristianos vegetativos” o hijos de Dios con una vida llena del Espíritu Santo y tratando de llevar la palabra de Dios y la esperanza del evangelio a los que no han tenido oportunidad de escucharla.
Por muchos años he creído que mi llamado era a “alimentar” y cuidar de los cristianos de la iglesia (que en cierta manera, es cierto); pero no me gustaría invertir todo mi esfuerzo en que personas que ya conocen la luz de Cristo, permanezcan yendo a la iglesia domingo tras domingo a ser alimentados para sobrevivir hasta la próxima reunión.
Me gustaría y creo que es algo que el Espíritu Santo me viene diciendo hace unos meses, ser una hija de Dios activa cada día de mi vida, aportando sal y luz a aquellos que no la tienen.
¿Te animas y me acompañas en este desafío?
Foto de Marcelo Leal en Unsplash
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