19 No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. 
20 Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar.
21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
22 El ojo es la lámpara del cuerpo. Por tanto, si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz.
23 Pero, si tu visión está nublada, todo tu ser estará en oscuridad. Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué densa será esa oscuridad!
Mateo 6:19-23

Ojos y tesoros

Estas palabras sueltas de Jesús, interpretadas fuera de su discurso, pueden perder su significado más completo. En el texto que tenemos de Mateo 6, Jesus está hablando de recompensas y tesoros, y en medio de todo ello, aparecen unas ideas sobre la luz y los ojos, ¿qué relación hay en todo esto?

Una propuesta: contemplamos nuestros tesoros, hasta quien tiene una buena cuenta en el banco disfruta mirando los números que representan su poder adquisitivo y obtiene un placer de ello (lo admito, yo lo he hecho). Así que los ojos y los tesoros tienen que ver. Dónde está nuestro tesoro está nuestro corazón y también nuestros ojos. Por eso Jesús nos va a enseñar que los ojos pueden ser un instrumento de luz para nuestra vida o no.

Si otros viesen hacia dónde miramos cuando no los controlamos, podrían averiguar qué deseamos, qué acumulamos o atesoramos. Es una de las razones por las que tratamos de disimular nuestra mirada. Además, lo que vemos, y la interpretación que hacemos de ello, entra en nuestro corazón o en nuestro secreto, y nos da un tipo de luz, más o menos intensa, para vivir la vida.

La mirada de Dios

En unos versículos anteriores, Jesús da unas pistas sobre cómo miraba Dios. La Versión Reina Valera dice “tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mt 6:18), pero este significado es muy oscuro ¿Dios está escondido? Si leemos otras versiones, han preferido otra traducción que permite comprender mejor lo que Jesús quiere decir. Por ejemplo, la Versión La Palabra dice: “tu Padre que ve hasta lo más secreto”. La idea es que el Padre mira las cosas que para nosotros están escondidas, mientras que nosotros nos quedamos en lo aparente. Quien conoce un poco las historias bíblicas se acordará de cómo el profeta Samuel también cayó en este error al ver al hermano mayor de David como posible candidato a ser rey, y Dios le tuvo que corregir explicándole que “Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. 

Lo real y lo falso

Jesús enseña cómo miramos nosotros, representados en los fariseos: prestando atención a lo exterior y a las cosas que aparentemente nos dan valor, identidad o seguridad. Parece que no sabemos mirar lo real y preferimos el juego de la apariencia, pero este juego pertenece a la mentira, lo falso, el engaño, a la oscuridad. En aquellos tiempos, dar limosna, orar en público y ayunar eran un buen instrumento para jugar a aparentar, ahora tenemos otras cosas, pero en lo esencial somos iguales.

Es curioso, porque lo que aparece a la luz del sol, en realidad es lo que está en tinieblas, mientras que lo que está en lo secreto, es decir lo que no se ve con los ojos físicos, es lo verdaderamente real, lo que es de verdad y lo que necesita ser iluminado. De ahí que Jesús también habla de tesoros de la tierra, que se ven, en contraste con los que no se ven (Mt 6:19-20). Nos podríamos preguntar, ¿pero qué tesoros son esos? Es una pregunta que desvela que no vemos como Jesús y su Padre lo hacen.

En este sentido, las palabras de Jesús sobre la mirada cobran un sentido nítido: si vemos como mira Dios, veremos lo real, no lo aparente y eso llenará nuestra vida de luz, y nos permitirá vivir en el mundo de Dios, en su reino, de una forma clara y diáfana. Si nos conformamos con el juego de las apariencias, eso limitará nuestra vida, viviremos como si estuviéramos a oscuras.

Conclusiones

¿A dónde nos lleva esto? No creo que Jesús simplemente nos dé una descripción de cómo funcionamos, sino que quizá nos da pistas sobre cómo podemos cambiar nuestra esencia a través de nuestra mirada, de forma que según cómo miremos, con los ojos y con nuestra mente, interpretaremos mejor la realidad, sin deformarla o negarla. Entonces podremos vivir mejor en ella. Pablo también habló de ello cuando nos anima a “poner la mirada en las cosas de arriba” (Col 3:2).

Es por ello que tenemos que reflexionar en qué hacemos con nuestros ojos físicos y espirituales y en sus consecuencias. Se me ocurren algunos ejemplos en nuestra vida práctica:

. Todo empieza con el discipulado, con seguir a Jesús de cerca. Estar cerca de él nos ayuda a ver las cosas de forma diferente. No hay espacio aquí para tratar cómo se vive el discipulado de Cristo ahora en este momento, pero te animo a que lo busques y averigües.

. Leamos los evangelios y encuentros que tuvo Jesús teniendo en cuenta que no ve las cosas como nosotros.

. Mira con amplitud, física y mentalmente. En nuestras ciudades hemos aprendido a mirar de forma corta a espacios cortos y eso tiene un efecto en nuestra mente, perdemos perspectiva de la realidad, reduciéndose a un pequeño espacio. Si a esto añadimos que vamos por la calle mirando a un móvil que tenemos en las manos…

. Mira a las personas como las miraba Jesús, con compasión. Porque somos víctimas unos de otros, perdidos, en una vida de oscuridad. Somos pecadores y dignos de compasión, ambas cosas. Mira a cada individuo a su rostro, y mira a las multitudes.. En un mundo lleno de contenido multimedia, escoge ver lo que te ayuda a vivir en lo real, y no en la distorsión. Esto no es nada fácil, pero esfuérzate en ello.

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