Canten y alégrense los que están a favor de mi justa causa,
Y digan siempre: Sea exaltado Jehová,
Que ama la paz de su siervo.
Salmo 35:27
El salmista relata la lucha injusta que él recibe por parte de sus enemigos. Clama a Dios para que se ponga de su parte y manifiesta su confianza en qué Él actuará para salvación.
Lo que quisiera destacar en este pasaje es que en esta lucha, además de Dios, él mismo y los enemigos, incluye a otras personas que puedan estar de su lado. Es una reacción muy natural en la que todos podemos vernos identificados. En cualquier conflicto que enfrentemos, buscamos a las personas que puedan ponerse de nuestro lado, incluirlos en nuestra batalla.
De hecho, animarnos unos a otros a que intercedan por nosotros es pedirles que se incluyan en nuestra pelea. Que nuestra causa sea la de ellos, porque es la de Dios. A fin de cuentas, Dios busca la paz de todos sus siervos y toda esta batalla y su resultado le exalta.
Ser consciente de esta realidad nos puede dar una perspectiva de la oración. Orar unos por otros es juntarnos en la misma lucha. El conflicto que tiene cada uno de nuestros consiervos se convierte en el nuestro. Esto nos impulsa a ser constante en la oración por otros, porque nos hemos metido en el meollo. Y por supuesto, esto también nos proporcionará alegría cuando la batalla se ha ganado, porque la hemos convertido en la nuestra.
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