Alegraos, oh justos, en Jehová;
En los íntegros es hermosa la alabanza.
Aclamad a Jehová con arpa;
Cantadle con salterio y decacordio.
Cantadle cántico nuevo;
Hacedlo bien, tañendo con júbilo.
Salmo 33:1-3

Estos tres versículos nos presentan ciertas relaciones de ideas que nos ofrecen reflexiones para la alabanza que le presentamos a Dios.

  • La alegría que impulsa la alabanza no tiene raíz en el cántico, y menos aún en nosotros mismos, sino en la persona de Dios.  Si bien el baile y la canción pueden potenciar el gozo, la fuente es Dios. Es más importante poner nuestra mente en él y reaccionar a su persona con canción y baile que pretender lo contrario.
  • La integridad y la alabanza se abrazan. No es posible la adoración desde el deseo de dañar, desde el rencor u otras manifestaciones de la maldad. No surge de ahí. La impureza es una tapa que impide la alabanza.  Quizá puedas llegar a la admiración, pero no más allá. Piénsalo, porque parece que coincide bastante con la experiencia propia.
  • La alabanza está asociada con la belleza. Es una expresión de que contemplamos a Dios y nos maravillamos porque es hermosa su persona y las cosas que hace. Claro que no lo contemplamos con los ojos, las cosas que se ven son sólo una pequeña parte de su hermosura, es tan sólo un reflejo.
  • El esfuerzo en la alabanza no es pretender mérito, es buscar la belleza. La belleza no es perfección, no es profesionalidad. Es entrega en todos sus aspectos, desde el corazón hasta nuestras habilidades.
  • La novedad y la frescura, o el cántico nuevo, entran dentro de la alabanza a Dios. No significa que tengamos que buscar canciones nuevas constantemente, sino que su mensaje y experiencia sea nueva y fresca.

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