a. La iglesia como comunidad de descanso
La experiencia de iglesia, como comunidad cristiana, es un anticipo de lo que esperamos disfrutar en la eternidad. Es empezar a vivir aquí lo que esperamos del reino en nuestro futuro, cuando Jesús vuelva para llevarnos al lugar que nos ha preparado. Eso implica que la iglesia es parte del disfrute de la tierra prometida, del descanso que vendrá (Hebreos 4). Es de ese matiz de “descanso” del que quiero reflexionar y de cómo lo vivimos cuando estamos juntos como iglesia.
El día de descanso en el Antiguo Testamento se celebraba en comunidad. No era una fiesta individual, y además cumplía varias funciones, como el descanso físico, compartir con la familia y con la comunidad que te rodeaba y sobre todo era un día encaminado a vivir de forma especial para nuestro Dios, como un tiempo de dedicación más consciente, por así decirlo.
En los primeros capítulos de Hechos se nos dibuja una situación cercana que quizá describe ese descanso de la iglesia, disfrutando la vivencia del reposo: “Adoraban juntos en el templo cada día, se reunían en casas para la Cena del Señor y compartían sus comidas con gran gozo y generosidad, todo el tiempo alabando a Dios y disfrutando de la buena voluntad de toda la gente. Y cada día el Señor agregaba a esa comunidad cristiana los que iban siendo salvos” (Hechos 2:46-47, NTV). Esto era un hecho que sucedía diariamente, era un encuentro de disfrute, de encontrarse bien, de alegría, compartir. Un modelo a imitar para nosotros cuando nos vemos aunque sea una vez por semana.
b. La realidad de algunos encuentros hoy en día
Al comparar esa descripción con lo que puede suceder frecuentemente en nuestro encuentro semanal (y hablo de mis propias faltas), valoro lo siguiente:
- Puedo reconocer que acudo por sentido de obligación, me exijo un esfuerzo para ir, no siempre lo hago con ilusión.
- La relación con los otros hermanos es rutinaria: saludar, hablar de aspectos superficiales del culto donde puede entrar la crítica de lo que ha sucedido, comentar sobre la sociedad, etc. Por tanto, esas conversaciones no producen el descanso, el disfrute, las ganas de quedarse más tiempo con los demás. Estas ganas serían la manifestación de las que tenemos de que Cristo venga a completar su reino, porque como mencioné, sería el anticipo de una realidad mejor.
- Además mantengo hábitos que me agotan en vez de aliviarme: me disfrazo, oculto mis problemas, cargas, tentaciones, miedos. Eso significa que en esos encuentros en donde la gracia debería administrarse con generosidad para producir alivio y renovar nuestras fuerzas, continuamos cargados (aparentar que somos quienes no somos). La apariencia no me da descanso ni a mí, ni a los otros.
c. Lo que puede hacer que el encuentro con la iglesia sea un adecuado descanso
Como muchas cosas en la vida, saber que esto sucede no hace que uno pueda cambiar de forma instantánea, ni uno mismo, ni los demás. ¿Qué puede dar lugar a que encontremos descanso en la iglesia? Comparto tres sugerencias:
- Acudir a una reunión a encontrarme con las personas por las que Cristo dio su vida y a encontrarme con Dios a través de ellos. No podemos olvidar que la experiencia de Dios se vive en gran medida en la comunidad (Mt 18:20)
- Ver a los demás también bajo la gracia. Ellos también son personas redimidas que también están en proceso de conocer mejor la gracia y ser transformados. Somos responsables unos de otros, pero a veces pensamos que todos los demás son responsables de uno solo: yo. Pretendemos que nos cuiden, que nos consideren y se ocupen de nosotros y eso nunca trae alivio ni calma a nuestra alma. Renunciar a exigir es aceptar el descanso (Fil 2:4).
- Dar pasos para ser vulnerables, ofrecer la oportunidad de que nos traten con la gracia de Dios. Al hacernos vulnerables o accesibles a otros puede que también otros nos hagan daño, es cierto, pero la recompensa de la gracia es mayor (Gál 6:1-3). Estas aperturas a la gracia pueden desencadenar que otros, también buscando el descanso, nos reciban con gracia y a su vez se vuelvan vulnerables. Esto no implica que este ofrecimiento sea alocado, hay que hacerlo con sabiduría.
d. Reunirnos con ilusión
Si esto se produce entre nosotros, volverán las ganas de vivir la gracia. Porque no sólo iremos a cantar y a escuchar un sermón, sino que encontraremos en toda la reunión, incluída la adoración y el escuchar a Dios, un proceso donde experimentamos el descanso que todos en el fondo deseamos.
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