Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
Filipenses 1:21

Schopenhauer escribió en su libro El amor, las Mujeres y la Muerte lo siguiente: “la muerte es el genio inspirador de la filosofía. Sin ella difícilmente se hubiera filosofado algo”. Es decir que es al darnos cuenta de que vamos a morir que pensamos en cómo vivir. Independientemente de que tenga o no razón, es cierto que el planteamiento que tengamos hacia la muerte va a ser parte de lo que va a moldear el cómo invertimos nuestra vida y es de eso de lo que me gustaría proponer una reflexión.

Actitudes hacia la muerte

Podemos tener diferentes actitudes hacia la muerte, y aunque alguna de estas posturas pueda ser dominante en nosotros, a veces las manejamos todas, según el momento en que vivamos o con quién hablemos: 

  • La huída o la evitación, no queremos saber nada de ella y llenamos nuestra vida con lo que nos permite no pensar en ella seriamente, como el continuo entretenimiento.
  • La espera resignada. La reconocemos y la esperamos con cierto nivel de aceptación,contagiados en ocasiones por la tristeza y el desánimo. 
  • El desafío, manifestando conductas de riesgo, intentando dominarla y burlarla.
  • La lucha: sumergiéndonos en la obsesión por la salud, el ejercicio físico, la auto-protección y el control para retrasar lo más posible su momento.
  • La búsqueda o la provocación, llegando incluso al suicidio como puerta de alivio a la vida. 

Como no soy filósofo, ni tengo ninguna especialidad en la conducta humana, quizá éstas no sean todas las opciones y puede que exista una mejor forma de clasificarlas. Pero estas cinco posibilidades nos pueden ayudar a ver el contraste con una vía distinta que es la que presenta Pablo.

La muerte para Pablo de Tarso

Todas las visiones que he mencionado contemplan la muerte como algo definitivo, y no como un nuevo comienzo. Incluso creyendo que Dios nos da la vida eterna, a veces planteamos nuestra vida como si la muerte marcase algún tipo de final. Por ejemplo, no son pocas las veces que he pensado que tengo que aprovechar el tiempo y hacer ciertas cosas antes de morir o que ya es tarde para dar un rumbo significativo a mi vida. O aún más escuchado incluso entre los seguidores de Cristo: la vida son dos días y hay que disfrutarla, así que comamos juntos, no te mates trabajando… y otras muchas posibilidades, a veces contradictorias entre ellas.

Sin embargo, Pablo mira la muerte algo así como: voy hacia ella con ilusión. No me retengo, no rehuyo, ni siquiera la espero. No porque la muerte sea algo bueno, sin duda no lo es, pero es un paso necesario. No sólo inevitable, sino deseable porque sin él no tendremos lo que es mejor. No quiero permanecer en esta vida incompleta y la muerte es el camino para un nuevo principio, y por eso voy hacia ella. Tampoco en el sentido de matarme, sino de encontrarme con ella para que sea vencida por Cristo.

Si lo pensamos bien, mirar la muerte así, de frente y dirigiéndome hacia ella, acabará por darnos una perspectiva diferente de lo que estamos haciendo en este mundo. Por ejemplo, ya no aprovechamos el tiempo como si se nos acaban las oportunidades, sino que lo redimimos ante una perspectiva eterna. En ese sentido podemos decir como Pablo: “morir es ganancia”, porque es encontrarme con Cristo. Porque es vivir mejor.

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