“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley”
Gálatas 5:22-23
Este texto sobre el fruto del Espíritu, acude a mi pensamiento, de manera recurrente, en momentos de meditación (casi siempre en el camino al trabajo) y hay dos verdades que el Espíritu Santo me recuerda constantemente.
La primera es que si no estoy demostrando este fruto (notemos que es un fruto con muchos sabores diferentes tales como el amor, la paz, etc…) algo está sucediendo en mi vida. Algo que no es bueno, es decir, el Espíritu Santo no está siendo mi Señor porque nadie está recibiendo su fruto a través de mí.
En este sentido hace tiempo reflexionaba cómo podía saber yo que realmente Jesús habitaba mi vida y que yo “tenía fe” y no sólo “creía que tenía fe”. Me dí cuenta de que la prueba de mi fe es el cambio que el Espíritu ha ido obrando en mi vida. No soy la misma que era cuando invité a Jesús a mi vida y cuando le supliqué que perdonara mis pecados.
A veces, los que hemos creído desde niños pensamos no tener un testimonio de cambio radical, pero si el Espíritu Santo señorea de verdad en nuestras vidas, ese cambio radical también se produce en cuanto podamos manifestar el fruto del Espíritu.
La segunda verdad es que, contra estas cosas no hay ley; es decir, puedes amar cuanto quieras, buscar siempre la paz, puedes ser todo lo bondadoso que te puedas permitir, tener fe del tamaño de una montaña… y todo estará bien y si todo esto lo multiplicaras por 10 o por 10000, también seguiría estando bien. Dios jamás te reñirá porque ames demasiado a los que te rodean, ni porque tengas “la paciencia de un santo”. Todo lo contrario, cuanto más manifestemos estos frutos, mejor vida tendremos física, emocional y espiritualmente hablando y seremos mejores siervos para la obra de Dios.
Por último, la lista relatada por Pablo no acaba con “y dominio propio”, así que, probablemente hay más virtudes fruto del Espíritu tales como la generosidad, la gratitud, etc…ya que, como dice la escritura:
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”
Santiago 1:17
Así que te animo a que tengas un gran testimonio de cambio radical dejando cada día que el Espíritu Santo señoree en tu vida; al fin y al cabo, dice La Palabra de Dios “Por sus frutos los conoceréis”
Foto de Maja Petric en Unsplash
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