En 1 Corintios 1, Pablo habla de como reaccionan el pensamiento griego y judío al mensaje de la cruz. Para los primeros es una locura, para los segundos es absurdo y reclaman señales. Sin embargo estas sociedades son religiosas, creen de verdad que existen dioses que tienen una forma u otra de relacionarse con los humanos, que tienen un interés u otro.

Pero ¿cómo reacciona una sociedad que no tiene dioses y que tiene la tolerancia religiosa como una de sus virtudes? ¿Qué le importa si alguien le dice que Dios se hizo hombre y murió en una cruz? No le afecta en absoluto, no le molesta que otros dediquen tiempo a pensar y vivir por ello.

El evangelio se vuelve indiferente, no causa ni locura, ni se rechaza por herejía. No le importa. En este sentido, parece que el mensaje de la cruz ha perdido toda fuerza.

Sin embargo, pensémoslo bien, no lo ha hecho. La cruz es entrometida. Jesús fue entrometido. Entró en este mundo sin pedir permiso se interesó por nosotrosy en la sociedad que nos rodea.

Para que el mensaje de la cruz hoy en día cobre relevancia en nuestra sociedad tiene que enfrentar el mundo de la tolerancia y recordar que Cristo entró porque es el Señor de este universo, así que no tiene por qué reconocer la autoridad a la sociedad ni a la tolerancia actual. 

El evangelio no es una cuestión privada, sino pública y hoy en día quizá no nos tachen de locos o de herejes, pero puede que sí de entrometidos.

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