“El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”.
Mateo 6:11
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Los intereses de Dios y nuestros intereses
La oración modelo de Jesús se divide en dos partes bastante diferenciadas. Unas primeras peticiones que parecen que tienen que ver más con los intereses de Dios y otras más con los nuestros como humanos. En la primera mitad se destaca el pronombre “tú” (tu nombre, tu reino, tu voluntad) y la otra “nuestro” o “nos” (“danos”, “nuestras ofensas”, “perdónanos”…).
Podríamos llegar a la conclusión de que al orar, después de interesarnos por las cosas de Dios, podemos pedirle que Él se interese por las nuestras. Karl Barth lo interpretó más o menos de esta forma en unas reflexiones sobre la oración:
“Aquí estamos preocupados por tu causa (suponemos que nuestra situación es seria), encendidos por el deseo ardiente de ver tu nombre santificado. No tenemos otra tarea; esta es nuestra inquietud. Para nosotros no se trata de ayudarnos a nosotros mismos. Toda preocupación de este género no podría ser más que infidelidad, deslealtad, desobediencia. Por tanto, a ti es a quien remitimos nuestra existencia, a ti, que nos has invitado y mandado orar, vivir para tu causa. Aquí estamos. A ti te toca ocuparte de nuestra causa humana” (Karl Barth, La Oración, Ediciones Sígueme, 1969).
Consideremos lo que es el reino
Sin embargo, quizá no sea así del todo y en realidad en toda la oración se está hablando de lo mismo. No hay dos causas como escribe Barth, la de Dios y la nuestra, sino que sólo hay una, porque las primeras peticiones y las segundas son en realidad una expresión de lo que es vivir en el reino. Esto es así porque nuestras necesidades, el que él las cubra, es parte de lo que antes se dijo de que se haga su voluntad, que su reino venga o se manifieste, o que se santifique su nombre. Eso en nuestra vida se concreta en que Dios nos cuida con el alimento diario y en que vivimos en reconciliación y fuera del dominio del mal.
Porque el reino de Dios no es solo que las personas digamos todo el tiempo lo bueno que es Él, o que descubramos el camino exacto que Dios quiere, que también; sino que el reino es que los seres humanos vivamos de la forma correcta, en el bien (Mateo 5), no hacer las cosas por lo que piensen otras personas de nosotros sino pendientes de la mirada de Dios (Mateo 6:1-18), ya que nuestros intereses son vivir para Dios, recibiendo de Él y dejándonos cuidar por él (Mateo 6:24-34).
La oración no es: yo me dedico a ti, y como consecuencia preocúpate por mí. La oración explica cómo funciona el reino de forma unitaria: cuando tú me cuidas, me perdonas, me libras del mal, tú eres reconocido, tu voluntad se hace, tu reino se manifiesta en nosotros. Y lo declaramos, por su puesto. Porque cuando disfrutamos de lo que nos das, tú recibes gloria (1 Cor 10:31).
¿Por qué es importante?
Esto es importante, no es bueno que vivamos nuestra experiencia diferenciando entre “las cosas de Dios” y “las cosas de los humanos”. Nuestras vidas son de su interés. Él no tiene un reino paralelo al nuestro al que tengamos que prestar atención. Esto trae confusión porque nos vemos perdidos buscando cómo participar en él.
Esto también es importante porque nos permite comprender mejor “de qué va la vida”, sin hacer una división inadecuada entre las cosas que pertenecen a uno u otro reino. Dejamos de preguntarnos sobre qué cosas específicas tenemos que hacer para honrar a Dios y cuáles no, preocupándonos o sintiéndonos culpables de que la mayor parte del tiempo la dediquemos a cuidarnos a nosotros.
Comprendiendo esto también podemos ser capaces de romper un pensamiento que muchas veces nos domina: que si nosotros somos buenos, él nos bendecirá. No es así como funciona. Dios me da porque le agrada dar, y cuando lo hace, se hace su voluntad y cuando recibo, su reino ha venido, su nombre es santificado y su voluntad es hecha en la tierra.
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