¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?
Juan 5:44

Una única aprobación

¿Cuánta gloria puede darnos otro ser humano? ¿Cuánto vale su reconocimiento? ¿De qué manera estamos dependiendo de su opinión para saber quienes somos? Es un tema bien trillado, y cada uno tenemos diferentes formas de luchar con ello. A algunos, lo que nos interesa es obtener palabras de alabanza, a otros lo que más nos preocupa es no quedar mal delante de otros. Para Jesús es un tema relevante, porque de alguna manera está enlazado con la confianza y el amor (v.42).

El caso es que Jesús enseña algo interesante acerca de la fe. Si nuestra búsqueda de gloria está puesta en la que podemos recibir de otra persona, eso va a afectar directamente en nuestra posibilidad de confiar en Cristo o en Dios. Dallas Willard escribe sobre este texto: “cuando la gente se concentra en recibir honores de otras personas (reputación, buena apariencia) no pueden creer realmente y no pueden confiar en Dios”1.

Gloria y fe

¿Por qué existe esa relación? Buscamos la gloria de aquellos que creemos confiables. Por ejemplo, si soy músico, la aprobación de nuestro propio maestro puede y debería ser más relevante que la de otra persona que entiende poco de lo que interpreto con mi instrumento. Es decir, es en ellos en quienes ponemos nuestra fe o confianza para valorarnos. Cristo habla de eso pero en términos de nuestra vida en mayúsculas.

Si la única gloria que nos preocupa es la de los hombres, es que los hacemos los únicos confiables a la hora de decir quiénes somos y cuánto valemos. En ellos ponemos nuestro impulso para vivir. Y eso es un problema. Por ello, si queremos crecer en confianza en Dios vamos a tener que tomar la decisión de dejar de depender tanto de la opinión de los demás y buscar la que proviene de Dios.

Creciendo en fe

Esto puede ser algo interesante porque nos da una herramienta para examinar nuestra fe. Podemos ponernos a disposición de su Espíritu para que nos revele en quién la hemos puesto.

Crecer en fe pasa necesariamente por poner en el lugar adecuado la gloria que nos puede dar otro hombre o mujer y la gloria que nos puede dar Dios. Claro que tenemos que honrarnos unos a otros, Dios también quiere eso (Romanos 12:3 y 10), pero debemos asumir que yo no puedo darle el valor a otros como lo puede hacer Dios mismo, ni nadie lo puede hacer por mí. Y que pretenderlo afecta a la forma en que confiamos y recibimos el amor de Dios.

Siendo algo tan serio, ruego a Dios que me ayude a reconocer el lugar que tiene la gloria que recibo de otros, a renunciar a que esté por encima de la que Dios me concede en su gracia a través de Cristo y a que eso afecte mi confianza en Él.

1. Willard, Dallas. Nada me faltará. Editorial Mundo Hispano, pgs 153-154.

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