Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
Lucas 15:23-24
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La gracia y la educación
La gracia que vivió y enseñó Jesús parece no ser buena educadora. Por ejemplo, parte de la educación es que cada uno se haga responsable de sus propios actos y de la consecuencia de los mismos. Sin embargo, al mirar la historia del hijo pródigo, parece que para Jesús eso no cuenta (Lucas 15:11-31). ¿Quién celebraría una fiesta así sin más, sin al menos un proceso de reconciliación o de asegurarse de que no volverá a hacerlo?
Enseñar también implica que las recompensas vienen según el esfuerzo de cada uno, pero resulta que Jesús habla de unos pocos que trabajan apenas una hora y ganan lo mismo que otros que se habían esforzado durante todo un día (Mateo 20:1-16).
Lecturas “educativas”
Cuando leemos estos relatos de Jesús, a veces podemos correr el peligro de hacerlo bajo la mirada de nuestros criterios educativos o del sentido común, criterios que no tienen que ser malos cuando nos planteamos la educación de nuestros hijos o la organización de una empresa.
Lo que sucede es que Jesús no está hablando en estos pasajes ni de educación, ni de organizaciones empresariales, ni de economía, ni de buen comportamiento, sino de las bases desconcertantes en la que se fundamenta el reino de los cielos.
Puede pasarnos que al hacer una lectura de estas enseñanzas y tratar de ajustarlas a la prudencia, perdamos la esencia escandalosa y provocadora del mensaje de Cristo. A fin de cuentas, en aquellos tiempos también tenían ciertos criterios educativos “más o menos rudos” que funcionaban para sus hijos, alumnos, esclavos o “empleados”. Pero a todos los que escuchaban al Maestro, lo que Él les decía les desconcertaba.
La gracia da un paso más
La historia del “Hijo pródigo” no está dando pautas para enseñar a ser buen padre. Lo que hace es expresar el gozo, amor y gracia desbordada de este padre cuando ve regresar a su hijo.
¿Y qué pasa si luego el hijo se aprovecha de la situación? Eso no importa. La historia no habla de si el hijo finalmente será bueno o no, la historia habla de un padre lleno de alegría de que su hijo ha regresado. Y de un hermano que se resiste a compartir la alegría. La fiesta no tiene “propósito”, la fiesta es una expresión inevitable del gozo y del amor.
Sin embargo, podemos añadir una cosa más acerca de la gracia, y es que cuando uno de nosotros se deja embargar por ella, damos la posibilidad real o “corremos el riesgo” de ser transformados irremediablemente. Y por lo tanto, vamos más allá de ser educados.
Gracia y educación
No quiero concluir con esto que tenemos que olvidarnos de las normas de educación, las cuales podemos encontrar en textos bíblicos como en el libro de Proverbios. Tenemos que recordar que Jesús no está hablando en estos pasajes de educación.
Pero en medio de nuestro papel de educadores o de aprendices, tenemos que reflexionar en que la experiencia de la vida incluye la gracia que no se puede controlar o manejar, que no todo es educación, y que aunque desde nuestro punto de vista esa gracia es injusta e incluso “mala educadora”, es también misteriosa y transformadora, en la que hay más gozo de lo que podamos imaginar.
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