Luego salió a la puerta, donde otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí:
—Este estaba con Jesús de Nazaret.
Él lo volvió a negar, jurándoles:
—¡A ese hombre ni lo conozco!
Mateo 26:71-72
Contenidos
La traición de Pedro
Es natural que relacionemos a las personas con quiénes conviven día a día: el amigo de tal, la mujer de cual, el hijo de no sé quién. Haciendo eso, en realidad le estamos reconociendo parte de su identidad. Que se lo digan a Pedro, el discípulo de Jesús. Una mujer lo identificó como uno de los de Cristo, del rabí al que estaban interrogando. Pedro sabía que relacionarlo con él le podía causar problemas, así que juró, negando conocerlo.
Al hacer esto, pierde parte de su identidad, y eso es doloroso. Nuestra esencia no está hecha solamente de nosotros mismos, sino de las personas con quienes estamos. Al amar, nuestro ser se conecta y se moldea con los que están más cerca. De ahí que podamos llegar a decir que somos uno con alguien al hablar del matrimonio.
Es una de las razones por las que creo que Pedro sufre tanto dolor cuando es consciente de su traición. Ante Jesús que le observa (Lc 22:61) sabe que puede haber perdido lo que le era tan importante. Algo se desprendió.
Mis amigos y mi familia
Ortega y Gasset escribió algo que se ha hecho muy famoso: “yo soy yo y mis circunstancias”. También podríamos decir: “Yo soy yo y mis amigos”. Y están incluida mi familia, claro está. Y lo más sabio que puedo hacer es reconocerlo como algo bueno. Jesús lo hizo, identificándose también con los suyos (Jn 10:11; 15:14).
He pensado en algunas repercusiones de esta verdad:
- Quiero escoger lo mejor posible a quiénes van a formar parte de mi persona (y pido a Dios ayuda en esto), pero sobre todo deseo ser parte de otros aportando lo mejor para sus vidas
- Los demás van a tener que acéptame con mis amigos, no puedo dejarlos a un lado. No me pidan que reniegue de ellos, van incluidos en mi ser. Estar conmigo es, en parte, estar con ellos, aunque no estén presentes. Por eso no me pidas que los ignore, que hable mal de ellos o que no los mencione. Haré lo propio contigo y tus amigos.
- Un viejo y conocido himno decía: “ahora soy de Cristo, mío también es él, quiero gozar de su amistad por la eternidad”. Esto es una realidad en mi vida, la más importante, así que no quiero renegar de él, soy quien soy sobre todo gracias a que él me ha regalado su amistad inmerecida. No quiero dejar de hablar de él, es pedirme que renuncie a quien soy: un siervo de Jesucristo.
Foto de Aman Shrivastava en Unsplash
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