Introducción

El que habla mucho, acaba dándose a conocer. Aunque intentamos ocultarnos, realmente es imposible hacerlo. Si hablamos decimos cosas de cómo somos, cómo es nuestro pensamiento. De hecho algunas técnicas de psicología tratan sobre ello, sobre cómo funciona nuestro pensamiento a través de hacernos hablar. No es tan relevante el contenido, sino la forma de funcionar de nuestra mente.

Parte de ese contenido es el de las preguntas. Cómo preguntamos nos dice acerca de lo que está en nuestro corazón. Aquí, en este pasaje tenemos una pregunta hecha por los fariseos y decía mucho de su corazón. ¿Habrían podido decir otra pregunta mejor?

Mateo, un hombre preparado para que lo llamen. (v.9)

Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.

No sabemos demasiado ni de Mateo ni realmente de cada uno de los discípulos. Es difícil llegar a afirmar con rotundidad la psicología y menos la historia de una u otra persona, aunque es verdad que se destacan ciertos rasgos. Pero de Mateo poco. 

Sin embargo voy a plantear una pregunta. ¿Qué podría pensar un cobrador de impuestos sobre el futuro de su nación? Mateo era israelita. Había israelitas que se juntaban en grupos revolucionarios y hacían incursiones violentas. Había otros más piadosos que invertían su tiempo en cumplir la ley y esperaban que un Mesías los liberaba. Como los fariseos. Pero, ¿qué podía pensar alguien que trabajaba para administrar los impuestos de Roma? Sabemos lo que pensaban los demás, que era un traidor, ¿pero él? 

El caso es que probablemente podríamos pensar que era una persona a la que eso del Reino de Israel no le interesaba. Porque si no, no colaboraría con el imperio de aquellos días. Pero no obstante, cuando Jesús, una persona que estaba hablando de que el reino de Dios se había acercado, lo llama, deja lo que está haciendo y va con él. Y no creo que Mateo supiese lo que implicaba realmente sus palabras. Pero parece que, a pesar de su empleo, Mateo sí tenía en mente preocupaciones e ilusiones sobre el reino de Dios, porque se muestra a una persona que no tuvo dudas sobre la decisión que tomar.

Esto me resulta curioso, porque vuelve a pasar lo que suele pasar con respecto a las cosas del evangelio: quienes menos lo esperamos es quien comprende mejor las cosas y quienes mejor responden. Lo que al menos a mí, me deja a un lado y con muchas dudas, porque quienes más habían estudiado (los fariseos) parece que les cuesta más. De hecho, no me extrañaría que precisamente por ser recaudador de impuestos, Mateo quizá era capaz de observar con cierta distancia a sus compatriotas y a la vez el mensaje de Jesús.

Según el texto de Lucas, cuando Jesús le llama, él deja todo y le sigue. Realmente no es que dejara todo su dinero, no sabemos qué se llevó consigo, porque invitó a gente a su casa donde dio un banquete. Pero quizá sí se descuidó de las consecuencias que tendría abandonar su responsabilidad con los romanos. ¿Le costó a Mateo hacerlo? A veces se habla de este texto para plantear el costo del discipulado, pero en ninguno de los textos muestra algún tipo de lucha que tuviera Mateo. 

Más bien es como si lo estuviera esperando. Cuando se le ofreció la oportunidad tuvo en poco lo que dejaba atrás. Lo que puede significa que ya le tenía poco valor desde antes y que sólo necesitaba un mejor camino. Le hizo falta poco para seguir a Jesús. De alguna manera esto ya Cristo lo sabía y le ofrece la invitación que Mateo coge sin dudar. Es decir, antes de llegar Jesús a ofrecerle la invitación ya Dios había estado trabajando en Mateo. No sabemos de qué formas, pero estaba el fruto preparado para ser recogido.

Todo esto me ha hecho pensar mucho. Cuando pienso en las personas que tengo a mi alrededor y que no conocen a Cristo, tengo la impresión de que hay un abismo enorme. Tengo la impresión de que les voy a pedir que dejen todo lo bueno que tienen, que vivir para Cristo es una experiencia de continua renuncia a todo lo que deseamos. Y casi que les comprendo y entonces me desanimo.

Pero realmente, lo que sucede es que Cristo, por su propia naturaleza es tan atrayente, que cuando alguna persona lo pilla, todo lo demás se vuelve irrelevante. Riqueza, prestigio, familia y hasta nuestra propia vida.

Mateo no estaba dispuesto a dejar su trabajo para vivir lo que le proponían los fariseos. Probablemente notaba algo en ellos. Pero sí cuando conoció a Jesús. Su mensaje y su persona tenía relevancia.

Los amigos de Mateo (v.10)

Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos. 

¿En casa de quién estaban? Según Lucas, fue en casa de Mateo, que hizo un banquete. Allí fueron sus amigos. Alcanzar a Mateo fue alcanzar a los amigos de Mateo. Algunos comentaristas creen que Mateo hizo como un banquete de despedida. No estoy seguro, no sé si quizá es trasladar una actividad de nuestra cultura a la de ellos.

Pero lo que sí es curioso es que alcanzar a Mateo es alcanzar a los amigos, compañeros y conocidos de Mateo. El mensaje de la encarnación continúa desarrollándose.

El evangelio es entrar en la comunidad de los hombres. No es llamarlos para que nos miren en nuestro entorno, sino buscarlos en el suyo. ¿Hasta dónde llega esa comunidad? Al menos hasta comer con ellos. Y no me refiero tan sólo al acto de alimentarse, sino de comunión.

En aquella época y aún hoy en día pero con menos intensidad, comer con alguien implicaba una comunión. Hoy quizá podemos y queremos tener nuestros mundos en habitaciones separadas. Los compañeros de trabajo por un lado, los familiares por otro y los hermanos de la iglesia por otro. 

Para Cristo, entrar en tu mundo es conocerte y entrar en todos tus espacios, de tal manera que se entromete en toda tu vida para también alcanzar a todos aquellos que forman tu vida. Y cuando llevamos en el mensaje de Cristo a otra persona, no es para pararnos ahí, sino para seguir adelante.

Jesús no dijo: no, ahora ya no puedes reunirte con aquellos con quienes estaba. Jesús dijo, ahora me llevas contigo allí donde estabas, porque también tengo algo que ofrecerles a ellos. Y por parte de Mateo, también parece que fue algo natural el llevar consigo a Jesús y presentárselo a sus amigos.

La pregunta de los fariseos (v.11).

11 Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores? 

A veces las preguntas son más interesantes que las respuestas. Y podemos jugar con ellas. Si nos fijamos bien en las preguntas que hacemos, podemos intuir qué hay en nuestro corazón.

Esta pregunta, evidentemente no está hecha para saber algo bueno o de lo que se tenga interés. Es una pregunta hecha para acusar, porque lo importante no es la respuesta, sino la base sobre la que está hecha. La base es que comer con publicanos y pecadores no está bien para el criterio ético de los fariseos. La pregunta realmente es: ¿por qué se contamina Jesús con ellos? ¿Por qué está haciendo mal? Pero no quieren buscar la verdad, están posicionados y su intención es acusar. 

Es importante notar que esta base tiene incluso cierto fundamento teológico o en el Antiguo Testamento. Las normas levíticas indicaban que no se juntaran con las cosas impuras para que estuvieran limpios. El Salmo 1:1 dice que no tenían que sentarse con los escarnecedores, con los necios (Jesús se sentó a comer con pecadores). O el salmo 101:7 que habla de que no dejara entrar en la casa (podría referirse al templo) a los que hacen fraude (lo que se supone que eran los recaudadores de impuestos).

¿Podríamos plantear otra pregunta? ¿Y si le damos la vuelta? Porque la pregunta podría ser la siguiente para nosotros: ¿por qué comen los publicanos y pecadores con Jesús? Esa sí es una pregunta interesante. Porque en esa pregunta, en vez de cuestionar a Jesús, se cuestionarían a ellos mismos, o a nosotros mismos. ¿Comerían los publicanos y pecadores con los fariseos? ¿Aceptarían su invitación? ¿Y aceptarían nuestra invitación? ¿Quién era Jesús para poder comer con ellos, llevarlos al arrepentimiento y que quisiesen estar con él?

Es curioso, porque si estamos atentos, no a las preguntas de los demás, sino a las nuestras, realmente es una forma muy interesante de indagar en lo que anida en nuestro corazón.

Misericordia quiero y no sacrificio (v.12-13a)

12 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 13 Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. 

Esta expresión es muy conocida. Pero mal entendida. A veces es aplicada de que en vez de estar reunidos y hacer actividades religiosas, lo que Dios pide es que atendamos a los más desfavorecidos y que tengamos compasión por otros.

Pero el texto de Oseas no va por ahí. Es un texto que está en Oseas 6:6. La palabra Hebrea es “Hesed”, que en muchas ocasiones es traducida por misericordia, pero que en realidad su significado es el de amor de pacto. De hecho, algunas traducciones hablan de “Lealtad en vez de sacrificio” o “Amor en vez de sacrificio”. Y en Oseas la frase continúa: conocimiento de Dios y no holocausto.

Lo que acusa Dios en ese pasaje es que Israel tenía una “religiosidad” que se desvanecía como el rocío de la mañana. Sin contenido, sin sustancia. Vivían con superficialidad y sus sacrificios no mostraban un corazón que amaba a Dios.

Por contraste, Mateo, al conocer algo de Cristo, decide tomar una conducta de riesgo impulsada por interés en la persona de Jesús. En su vida se manifiesta más el amor que el sacrificio externo y de hecho, hace un sacrificio personal que no le conlleva demasiado esfuerzo.

Generalmente estamos entre dos extremos: no somos estrictos y juzgamos a la gente, o somos suaves y dejamos que cada uno haga lo que quiera. La gracia no es ninguna de esas dos cosas, ni el amor. De hecho, si lo pensamos bien, cada uno de estos extremos es egocéntrico, de alguna manera hemos escogido uno de ellos porque nos conviene a nuestro estilo de vida. 

El amor de Dios y la vida de Cristo es el interés por la persona (no el juicio y el alejamiento), pero a su vez mostrar la vida que realmente es buena para vivir y ofrecerla (el llamado al arrepentimiento). Quienes reconocen que la suya propia no va bien, podrá escoger este camino, esta oportunidad. 

Llamado al arrepentimiento (v.13b)

Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.

¿Enfermos o pecadores?  Jesús empieza desde un punto, desde el punto en el que reconocemos que hay algo que funciona mal en la vida. De eso que ha estado hablando Hans de que no damos en la diana.

Realmente no veo a Jesús convenciendo a la gente de que es pecadora. Son los pecadores quienes lo reconocen con facilidad cuando se acercan a él. Entonces la llamada de Jesús al arrepentimiento no es un esfuerzo para que sepan que algo va mal, sino una puerta abierta a la única forma de vivir bien, que es ser su discípulo.

Desde ese punto, a la gente parece que no les preocupa tanto que les llamen al arrepentimiento. Las acusaciones realmente no son efectivas, porque cuando nos acusan, nos ponemos a la defensiva. Nosotros también cuando nos acusan de “santitos”.

La gracia en la persona de Jesús hacía que los que reconocen que algo va mal en su vida, los que de verdad ven la enfermedad, no entiendan a jesús como una vía para seguir viviendo de la misma forma. La gracia en la persona de Jesús es una invitación a un cambio.

Jesús entró a nuestro mundo para llevarnos al mundo de Dios, que no significa sólo el cielo.

Conclusiones

El hilo conductor de MAteo 8 y 9 es la autoridad de Jesús, que está llevada además con su voz. Naturaleza, enfermedad, espíritus, el perdón. Todo surge y sucede a su voz. Todo lo obedece. Y surge la pregunta ¿quién es este hombre que hace y dice estas cosas?

La pregunta sigue vigente para nosotros. ¿Quién es este hombre que los pecadores y traidores quieren estar con él? ¿Quién es este hombre para que le diga a uno de ellos sígueme y éste no se lo piense y lo haga?

¿Quién es para llamarnos al arrepentimiento? Todo esto es vigente para nosotros. Él también nos sigue llamando al seguimiento y al arrepentimiento, de que hemos estado viviendo la vida en un sentido totalmente equivocado.  Que nuestro sistema de pensamiento es erróne y por tanto las cosas que hacemos, que hemos vivido para un reino equivocado y no el de Cristo. El llamado es para nosotros hoy.

Foto de Joshua Burdick en Unsplash