Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Salmo 23:4

El miedo forma parte de nuestra vida. Todos tememos a algo. ¿De dónde puede provenir nuestro valor para afrontar las incertidumbres, los conflictos, los abusos, las enfermedades, las decisiones, las conversaciones difíciles e incluso la misma muerte?

A veces decimos a alguien: “ten valor”. Pero el valor no es algo que surge cuando uno lo decide. A lo sumo uno puede tomar una decisión que sobrepase la barrera del temor, porque éste nos empuja para que nos quedemos quietos.

David aquí nos dice que no cederá al miedo, aún cuando su vida esté en peligro de muerte, y su motivo es la consciencia de la presencia de un pastor que le cuida. La vara y el callado son los elementos que a la oveja le hacen que sea consciente de la presencia del pastor. Ya sea porque la escucha en el suelo, ya sea porque la toca con el callado para que no se desvíe del camino hacia donde la llevan.

De ello, he pensado que un ejercicio que nos podría ayudar cada mañana no sería el pensar: “soy capaz de afrontarlo todo”, sino más bien, “hoy, como ayer, Dios estará conmigo”. Ser más consciente de su presencia con nosotros y de su implicación personal con nuestra vida (v.2) nos permitirá que poco a poco una confianza interna vaya creciendo en nosotros e incluso la muerte dejará de tener tanto peso sobre nuestra alma.

Foto de Marina Vitale en Unsplash