De gracia recibisteis, dad de gracia
Mateo 10:8

La tiranía de la exigencia

Comparar y competir son hábitos muy arraigados entre nosotros. Valorarnos por la excepcionalidad del resultado de nuestro trabajo, la rapidez en conseguirlo o por las habilidades que mostramos. En el camino quedan, o quedamos, miles y miles que no alcanzan, que no llegan y que disimulan.

Algunos se empeñan  en intentarlo con formación y mucho trabajo. Pero les falta talento y no alcanzan el nivel. De tiempo en tiempo se hunden bajo el peso de su mediocridad. Otros tiran la toalla sin siquiera intentarlo.

¿Es posible salir indemne de esta tiranía de la exigencia?

Un camino diferente

Desde el punto de vista de la gracia, la vida gira en un mundo diferente y ajeno a esta tiranía; porque saber recibir y dar de forma gratuita y alegre (vivir en la gracia) nos iguala como personas. Todos podemos aprender a aceptar un regalo y a entregar de lo que tenemos y de lo que somos. Ya no importa si somos capaces o no, sino del amor que compartimos, porque está disponible para todos.

Desde este punto de vista,  tampoco corremos el riesgo de la desgana, la pereza o de tirar la toalla. La gracia nos lleva a esforzarnos, porque darse a uno mismo no es apto para holgazanes. 

Dios nos valora por la entrega y no por el resultado final. No importa la calidad de nuestra mente, lo rápido que pensamos, lo bien que manejamos nuestras manos o pies, nuestra capacidad matemática, deductiva o de reflexión, si dominamos alguno de los tipos de inteligencia o no, si somos extrovertidos o introvertidos. Todos podemos recibir y dar de gracia. Es accesible para todos. No existe ninguna característica particular que nos haga más aptos para recibir o dar de gracia.

La comunidad de la gracia

Cuando esto sucede, hay una experiencia común que todos compartimos. Nos disponemos a recibir de quienquiera y a dar a todos sin importar si se parece a nosotros o no. En todo ello veremos a Cristo en medio de nosotros y podremos contar nuestras historias de gracia que nos dan unidad (Ef 4:1-6).

Foto de Dipesh Shrestha en Unsplash