Sus palabras son malvadas y engañosas; ha perdido el buen juicio y la capacidad de hacer el bien.
Aun en su lecho trama hacer iniquidad; se aferra a su mal camino y no rechaza la maldad.
Salmo 36:3-4. Nueva Versión Internacional

En psicología se dice que si uno se habla a sí mismo de una forma determinada, acaba creyéndose todo lo que se dice. Sin quizá llegar a extremos, es cierto que nosotros somos parte de quienes nos manipulan. Lo que hablamos públicamente y lo que pensamos en esa cháchara interna pueden ir construyendo la persona que somos.

Lo que David nos plantea en este salmo es esa forma de funcionar. Él observa a las personas que viven sin Dios y se da cuenta que lo que les sucede finalmente en su vida es que han perdido el buen juicio, han dejado de ser sabios, ya no son cuerdos (expresiones en distintas traducciones). No se refiere a que se han vuelto locos, sino que dejan de ver y vivir en la realidad tal y como es, abandonándose por ello a una conducta inadecuada para ellos y para los demás (el mal). Como a David mismo no le apetece que le suceda eso, el salmo continúa recordando las verdades que le mantendrán cuerdo, que le permitirán seguir viviendo en la realidad de Dios, como la verdad de la misericordia y la justicia de Dios (v.5-6).

La voz interior es parte de nuestro pensamiento, es esa divagación que ocurre cuando no estamos haciendo nada y que de hecho no es mala en sí misma. La cuestión es: ¿qué nos dice ella? y ¿la podemos educar? Depende de la dieta que le damos. David no quería convertirse en una persona orgullosa que acabará rebelándose contra Dios (v.11), por lo que a su mente la alimenta con la consciencia de la misericordia de Dios, de que Dios lo mira con compasión y que le responde por amor. Esa es una buena comida mental que nos llevará a vivir en lo real.

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