Bendeciré a Jehová en todo tiempo;
Su alabanza estará de continuo en mi boca.
Salmo 34:1

Cuando algo sobresaliente nos asombra, sería natural pensar en quién lo ha hecho. Ya sea una obra de arte, una habilidad deportiva, un baile o un poema. Afirmamos que la persona es extraordinaria y que su proeza está fuera del alcance de los demás “mortales”. Esta respuesta es lo que podemos llamar una alabanza, la cual no se queda en el objeto o la acción que hemos visto, sino que se desplaza hacia quien lo ha logrado.

El salmo 34 describe a una persona con un corazón al que se le escapan las palabras de nada que ve la mano de Dios a su alrededor. La naturaleza, otros seres humanos, recordar su historia o la redención. Es un corazón que se asombra con facilidad y que reconoce que detrás de todo está Dios y por eso no puede dejar de alabar. No lo hace por mandato, sino que le sale solo. En su mente hay una verdad: todo eso existe porque Dios sobresale, porque evidentemente, él está fuera del alcance de los mortales.

Se me ocurren dos posibles causas por las que nuestro corazón no responde de esta manera. En primer lugar, porque hemos dejado de asombrarnos. Nos hemos acostumbrado a ver como normal lo que es extraordinario. La segunda razón es porque hemos dejado de ver a la persona que está detrás de todo lo bello: Dios mismo. Por ejemplo, de ver tantas veces una puesta de sol, dejan de parecernos hermosas. O si nos detenemos a contemplarla, puede pasarnos que nos olvidemos que el despliegue infinito de colores y de formas son posibles gracias a un Dios extraordinariamente creativo.

Es posible practicar el asombro, por ejemplo, parando nuestra continua actividad o entretenimiento y dirigir la mirada hacia algo dedicándole el suficiente tiempo para encontrar su belleza y para descubrir el efecto que ello causa en nosotros. En medio de esa contemplación podemos pensar en Dios mismo como el que lo ha hecho posible. Así, de esta forma, quizá Dios nos conceda un corazón que en algún momento llegue a afirmar: “bendeciré al Señor en todo tiempo; lo alabarán siempre mis labios” (NVI).

Foto de Priscilla Du Preez 🇨🇦 en Unsplash