Pero yo estoy a punto de caer,
Y mi dolor está delante de mí continuamente.
Por tanto, confesaré mi maldad,
Y me contristaré por mi pecado.
Salmo 38:17-18
Cuando fallamos a Dios, caemos. Es un verbo que pronunciamos cuando hablamos de pecar: “he caído otra vez”. Sin embargo, en este salmo, la idea es distinta. La posibilidad de “caer” parece definitiva. Es probable que se refiera a la rendición total. Y esta conllevará quizás a su muerte. Dicho en otras palabras, este tropiezo sería la pérdida de la esperanza en la mano salvadora de Dios.
El salmista entonces aquí describe algo importante: antes de caer, es mejor dar el paso del arrepentimiento. Reconocer nuestro pecado no es acabar en el suelo o lo último que uno puede hacer. Al contrario, es empezar a levantarse. Es la vía que Dios ha puesto para la restauración.
El reconocimiento de lo que hemos hecho, incluso ante otras personas, no es caer, es dar un paso adelante para que Dios mismo nos levante.
Foto de Érik González Guerrero en Unsplash
Comentarios recientes