37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
Mateo 5:37
Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
Santiago 2:12
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Una sociedad basada en la verdad
¿Te imaginas vivir en un mundo donde creamos plenamente en lo que dice otra persona? Una sociedad que estará basada en una confianza absoluta, caracterizada por la verdad. En ella no hace falta prometer o jurar. No les cabe la posibilidad de que alguien tenga que reafirmar algo que dice. ¿Qué sentido tendría si siempre se espera la verdad?
Es un mundo en el que si alguien dice algo que va a hacer, uno sabe que lo hará. Bueno, al menos si tiene la oportunidad. O si alguien dice de que algo funciona de tal forma o que sucedió de cualquier otra, es así. Si tiene dudas no lo dirá, o nos informará de que no está seguro, pero nunca lo afirmará rotundamente. Es un mundo en el que si una persona no ha hecho algo concreto, dirá que no, y no haría falta buscar pruebas, se le creerá.
Si en ese tipo de mundo uno dijera “te prometo que fue así”, se le miraría con extrañeza. ¿Qué necesidad tiene de hacer eso? Por supuesto que es así, no puede ser de otra forma si lo acaba de decir.
Ese es el mundo de Dios que funciona a través de la palabra. Ella no está vacía, está llena de contenido y de una descripción ajustada de la realidad. La coherencia es lo habitual y donde no se esconde nada.
¿Podemos vivir ahora de esa manera?
El caso es que en el reino de Dios se vive de esta forma. Quien quiera vivir en un mundo caracterizado por la mentira, el engaño y la manipulación, no puede vivir en su reino. Porque Dios no es así, a diferencia de nosotros (Nm 23:19).
Ser discípulo de Jesús implica aprender a decir la verdad y a esperarla de los otros, al menos es eso lo que está de nuestra mano. Uno quiere incorporarse a su forma de ver la vida confiada y convertirse en una persona en la que se pueda confiar y que desea confiar en los demás.
Por eso un seguidor de Cristo procurará, en primer lugar, querer que la vida sea de esta forma que acabo de describir, porque entiende que esa es una vida buena y deseable. Un tipo de vida donde uno puede descansar confiando. No lo querrá sólo porque es lo correcto, sino porque es agradable.
Y por eso un alumno de Cristo hará lo posible para vivir ajustándose a la realidad y no a lo que es falso, para llegar a hablar lo verdadero. También querrá dar espacio a los demás para que hagan lo mismo, procurará que en su presencia lo mejor que uno puede hacer es ser honesto. Llegar a ser una de esas personas que todos hemos conocido alguna vez, con quienes es muy fácil decir lo cierto y difícil mentirle. Por el contrario, no ser gente con quien por nuestra forma de ser es mejor callar o disimular la verdad.
¿Qué nos dice nuestro corazón acerca de esto? ¿Aceptamos la invitación de vivir en el reino de Dios al que nos invita Cristo? ¿Aceptamos ser sus alumnos para aprender a hacerlo?
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