Tú, oh Dios, eres mi rey;
Manda salvación a Jacob.
Por medio de ti sacudiremos a nuestros enemigos;
En tu nombre hollaremos a nuestros adversarios.
Porque no confiaré en mi arco,
Ni mi espada me salvará.
Salmo 44:4-6
Contenidos
Reflexión de partida
La vida de la persona que está en Dios está sostenida por Dios mismo y quienes le aman reconocen que él es quien vence cada lucha. Esto no implica una actitud pasiva por nuestra parte. Él pide de nosotros la acción, pero el resultado final siempre está en su intervención. Esto implica abandonar la autoconfianza y ponerla en él. Actuamos esperando que él responda en gracia dando victoria en las batallas.
Por eso quiero plantear un autoanálisis de confianza. ¿Cuáles son los arcos en los que considero que yo tengo la habilidad suficiente para vencer?
Actitud inicial
Como toda reflexión, lo mejor es hacerlo en oración. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los salmos no son sólo composiciones musicales, sino palabras dirigidas a Dios. En oración pedimos que Él nos examine y nos permita saber cómo estamos ejerciendo la autoconfianza.
Inspección Personal
Una forma general de hacer esta introspección es mirar las áreas de nuestra vida y pensar globalmente si estamos esperando sobrellevarlas por nosotros en vez de en Dios, ya sea en nuestro trabajo, amistades, descanso/entretenimiento, la familia, ministerios eclesiales u otros.
Pero podemos ser más concretos afrontando algunas preguntas. Será también útil que apuntemos nuestros pensamientos acerca de ello para no olvidarlos y llevar todas estas posibilidades a Cristo, siendo cada vez más específicos.
Por ejemplo, podemos traer a la mente la historia de nuestros éxitos y fracasos. Ahí es donde hemos pensado que somos capaces de hacer las cosas por nosotros mismos, ya sea que las hayamos obtenido o no: ¿Qué cosas creo que he conseguido por mi propia habilidad? ¿De qué me siento más orgulloso? ¿Qué logros cuento a otros? ¿Dónde me siento frustrado por lo que esperaba y no he conseguido?
Otra forma de entrar en averiguar nuestra autoconfianza es a través de nuestra identidad: ¿de qué áreas de mi carácter me siento orgulloso? ¿Qué emociones controlo? ¿Qué pecados veo en otros que me sorprenden y creo que yo no tengo esos problemas? ¿Creo que todo eso es gracias a mí? ¿Qué cosas podría ver o en qué ambientes me puedo meter creyéndome suficientemente capaz de no dejarme influenciar por ello?
Además también podemos pensar en cómo creemos que haríamos las cosas nosotros para solucionar situaciones personales de otros, de la iglesia en el trabajo. ¿Son nuestras ideas mesiánicas?. Si fuéramos nosotros los responsables, ¿lo haríamos mejor? ¿En qué medida en esos pensamientos creo que soy autosuficiente?
Sometiéndonos a Dios
Estas y otras preguntas nos pueden llevar al reconocimiento de que continúo creyendo que con mi arco puedo vencer en las luchas de la vida. Y al descubrirlo, el siguiente paso debe ser reconocer ante Dios que seguimos con autoconfianza. Después podemos agradecer la intervención de Dios en esas situaciones aunque no lo hayamos hecho en su momento y pedirle ayuda para no seguir el camino de la autoconfianza.
Por último, dejar la autoconfianza no es vivir ignorando quiénes somos y las capacidades que tenemos y hemos recibido. El salmista tendría buenos brazos y un buen arco para ir a la lucha. Tendría que ejercitarse. No pongo en duda que fuese un buen tirador. Incluso sería bueno que tuviéramos cierta admiración por aquellos que hacen las cosas de forma excepcional. Pero eso no quita que al final digamos como él: la victoria la tengo por él.
Foto de Robin Battison en Unsplash
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