Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas esta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
Lucas 21:3-4

Sacrificios y regalos

Regalamos para agradecer, para expresar admiración, por amor, para pedir perdón, para restaurar una relación. Curiosamente, son las cosas por las que se ofrecían sacrificios u ofrendas (Levítico capítulos 1 al 6).

Si bien es cierto que los sacerdotes vivían de estos ofrecimientos (Levítico 18), los animales y frutos vegetales que se daban no tenían esa función como la principal. Éstos representaban lo que uno daba. O lo que uno “se daba”, porque no debemos olvidar que el sacrificio animal principalmente recordaba a los israelitas que eran ellos quienes debían darse, y se les proporcionaba un sustituto.

En este sentido, los regalos que damos deberían también ser una expresión del amor que hay en nosotros.

La viuda que lo da todo

Jesús halaga a una mujer viuda porque se entrega: “de su pobreza echó todo el sustento que tenía”. La ofrenda no es meramente una cuestión de obligación o responsabilidad. No debe ser algo externo a nosotros, algo necesario para poder “mantener” al personal y al edificio en el que nos congregamos.

Esa no es la cuestión principal. Lo que deberíamos comprender es que vivir es ofrendar. Es entregarse, y eso incluye nuestro cuerpo (Romanos 12:1), nuestro tiempo (Colosenses 4:5) y nuestras posesiones (Filipenses 4:18). Lo importante de la ofrenda no está tanto en lo que se puede hacer con lo que damos, sino en si asumimos que debemos ser personas rendidas a Dios. De hecho, él no nos pide nada que ya no haya hecho entregando a su hijo. Dios se ha entregado. Cristo se ha entregado (Juan 3:16).

¿Cuánto damos?

Todo intento de negociar con Dios sobre cuándo le damos y cuánto nos quedamos, sea lo que sea, es inadecuado. Dios no pedirá menos que todo.

Eso no significa que tengamos que poner todo nuestro sueldo en las cajas de las ofrendas, pero sí hacernos preguntas distintas: ¿cómo administro mi dinero, posesiones, tiempo y cuerpo para que todo sea entregado como ofrenda a Dios? Es lícito comprarme un coche, ¿qué voy a hacer con él? ¿Su uso será una expresión de mi egoísmo o de mi amor? ¿Se notará que me entrego con el uso de mi casa o reflejaré que sólo me preocupo por mí mismo?

¿Es este el tipo de persona en la que quiero que Dios me transforme? ¿Me dejaré moldear?

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