Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?
Gálatas 4:9
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Conocer
Una de las experiencias primordiales de los seres humanos es conocer a otras personas así como ser conocidos por ellos. Lo primero nos lleva al amor y lo segundo a saber que existimos como individuos y recibir valía. Ambas cosas nos permiten encontrar puntos de unión y conexión con los demás, y a su vez lo que nos diferencia. De esta forma somos individuos en comunidad.
Esta vivencia también se da con Dios. Quedarnos sólo con la idea que Dios sabe todo de nosotros es reducir nuestro vínculo con Él. Jesús afirmó que habría personas a las que se les dirá más adelante “nunca os conocí” (Mt 7:23). Esto no es porque Dios no supiera nada de ellas, sino porque hicieran lo que hicieran, no habían establecido una relación con Él. El conocimiento de Dios también es más que saber teología. Es la vida eterna (Jn 17:3). Implica que le reconocemos y le damos valía (le glorificamos).
Rechazando algo inferior
Pablo en este pasaje de la carta a los Gálatas también habla de las dos realidades de conocer y ser conocido, algo que debe prevalecer sobre otro tipo de experiencias de relación con lo religioso o espiritual (ya sea la idolatría o la mediación de la liturgia).
Pablo se asombra de cómo puede ser posible que una vez habiendo vivido ese vínculo con Dios, lo desechemos por cosas inferiores. Quiero proponer que una de las razones puede ser que queremos una relación con limitaciones. Anhelamos ser conocidos, pero a la vez ocultar lo que nos avergüenza o lo que nos hace sentir culpables. Ser conocidos a medias. Sin ser vulnerables y transparentes. Esto nos puede pasar con otras personas y con Dios mismo. Ya que si bien sabemos y nos resignamos a que él lo sabe todo de nosotros, vivimos sin hablar y sin poner sobre la mesa todo lo oculto.
Dejarnos conocer por él es darle permiso para que saque a la luz lo que ni siquiera nosotros sabemos de nuestro interior. Y conocerle a él es acercarnos a la mayor pureza y santidad que existe en su persona. Si lo pensamos bien, sólo así será posible recibir el amor que tanto anhelamos y comprender la gracia en mayor medida. Porque no podemos amar ni recibir amor desde el desconocimiento. Quizá de ahí el asombro de Pablo, porque lo que hacemos al vivir ocultando y poniendo trabas al conocimiento mutuo es reducir la experiencia de amor con Dios mismo y con los otros.
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;
Y ve si hay en mí camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.
Salmo 139:23-24
Foto de Cristina Gottardi en Unsplash
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