Someteos unos a otros en el temor de Dios.
Efesios 5:21

Soy consciente de que me introduzco en un tema que genera asperezas. Sin embargo, aunque en nuestra sociedad se promueve la independencia e incluso la desobediencia, Dios nos habla del sometimiento, y no sólo hacia Él mismo, sino incluso entre nosotros. Estos pasajes que Pablo escribe a la iglesia de Éfeso sobre las relaciones personales generan conflicto porque a muchos les resulta complejo aceptar su visión. Pero no podemos obviarlos. Algo tienen que decirnos. 

Algunas ideas en las que pensar

Me gustaría proponer que esta dificultad es porque en realidad no entendemos lo que para Dios significa el sometimiento. Por tanto, voy a proponer algunas reflexiones que puedan hacernos pensar en que Dios nos anima hacia esta dirección porque además de ser necesario y ordenado por él, es bueno y no hacerlo, de hecho, nos causa daño:

  1. El sometimiento es una expresión de dependencia mutua, la aceptación de que otros nos cuidan. Por eso puedo hacerles caso, lo que me van a pedir es bueno para mí.
  2. El sometimiento no es una actitud que tiene que cumplirse por obligación. Siempre debe ser un acto voluntario y libre, no impuesto (aquí existen excepciones por razones de lógicas de seguridad, como la obediencia que exigimos a nuestros hijos). 
  3. Entre los seres humanos, sólo cuando el sometimiento es mutuo puede convertirse en algo positivo. Si uno solo se somete, en cualquier tipo de relación, ésto genera relaciones de abuso e injusticia. Por tanto, es lícito que en circunstancias específicas sea totalmente adecuado no someterse si esto va a ser notoriamente perjudicial.
  4. Someterse realmente tiene que ser algo sencillo, cuando sabemos que quien nos pide algo nos ama, y como nosotros también le amamos nos resulta bueno hacerlo.
  5. Someterse es un vínculo, no son actos concretos. Es decir, es tener una relación mutua y sana de dependencia
  6. Sin embargo, no es codependencia, porque no está basado en una necesidad personal del otro que nos restringe. El sometimiento va junto con la libertad y no la adicción.

Quisiera añadir algunas palabras más del pensador Dallas Willard que nos pueden ayudar a reflexionar sobre este tema: “sumisión no es ceder a otros nuestra responsabilidad, abandonar nuestra capacidad de discernimiento, o permitir que los demás simplemente se impongan sobre nosotros. La sumisión es dejar de pensar que nuestras ideas son supremas y que nuestra voluntad es definitiva, y liberarnos  de la carga de siempre lograr lo que queremos y de ser el sabelotodo según nuestra propia opinión” (Willard, 72)

El ejemplo de Cristo

Miremos a Cristo. El padre lo envió (Juan 3:16), pero él se entregó voluntariamente (Ef 5:2). Cristo no hizo nada de forma coaccionada, sino libremente. El Padre lo hizo por amor a nosotros y también por amor a su hijo, porque Cristo recibió la gloria por su entrega y a la vez Cristo glorificó a su padre (Jn 17:1). Es tan singular  esta relación que resulta difícil distinguir la voluntad de uno y del otro. Ambos querían lo mismo y la dependencia de uno al otro es más una expresión de entrega voluntaria por amor que otra cosa. Por eso someterse como entrega es más grandioso y glorioso que la idea de procurar imponer continuamente mi voluntad sobre los demás.

Claro que por lo general esto no es fácil, porque en realidad en nuestro corazón está el dominarnos unos a otros, que es todo lo contrario a lo que tendríamos que hacer. Y nos dominamos no sólo con agresividad, a veces con chantaje, manipulación, con seducción, con el cinismo, la culpa… Porque tenemos muy variadas formas de conseguir que el otro haga lo que queremos, restándole su libertad.

Tenemos un gran reto por delante de mirar a Cristo e imitarlo también en esta forma de renunciar a uno mismo.

Notas:
Willard, Dallas. Nada me faltará. Editorial Mundo Hispano, trad. Joel Sierra, Colombia, 2018.

Foto de Gleive Marcio Rodrigues de Souza en Unsplash