1 Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. 2 Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 3 Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. 4 Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos.
Mateo 8:1-4
Contenidos
Introducción
Cada escritor que elaboró lo que conocemos como los evangelios hizo una selección y puso un orden específico a sus relatos. Esto fue así porque querían resaltar algo o hablar de algo en específico.
Por ejemplo en Mateo tenemos algunos relatos del nacimiento de Jesús que no tenemos en otros, y él es quien recoge el sermón del monte. Lucas tiene algo de esto pero lo escribe de forma distinta. Ninguno falta a la verdad. Todos son ciertos, son contados de forma distinta y destacan aspectos distintos.
Mateo es un judío que escribe para judíos. Hace hincapié en que Jesús es el mesías en quien esperaban, y destaca varias cosas que se sabían del mesías, como que iba a ser rey. Por eso escribe su genealogía enfatizando a la monarquía. Por eso lo hace parecerse también a Moisés, como el que trae una mejor ley, de ahí que suba a un monte y desde ahí predique el sermón.
El libro de Mateo está dividido en bloques. Este pasaje es el tercero. Estos bloques están entre secciones de enseñanzas de Jesús. Así que los primeros relatos hablan de cuestiones sobre presentar a Cristo, luego tenemos el sermón del Monte y ahora es una serie de relatos, sobre todo milagros.
He escuchado o leído varias propuestas de qué quiere decir Mateo con esta sección. Una de ellas es que demuestra su poder. Realmente no puedo dar una respuesta clara. Una posibilidad es que también se relacione con presentar a Jesús como Elías y Eliseo, que también curaron leprosos, favorecieron a extranjeros y a una mujer que después actuó en servicio. Pero es una sugerencia, no estoy seguro.
La literatura
La Biblia es la verdad de Dios. Sólo por eso tenemos que prestarle mucha atención. Es Dios hablando. Pero además, en la Biblia hay belleza. Hay relatos hermosos y muchos escritores han intentado no sólo ser fieles, sino también escribir de una forma a la vez clara y hermosa. Pero para eso tenemos que comprender un poco de la forma de escribir y encontrar esa belleza en las palabras y las formas en que la usan.
Mateo es judío, hebreo. Está influenciado por la literatura propia y por la poesía que leían, sobre todo los salmos. Esta poesía tiende a repetir ideas y ese es el ritmo de su escritura. Aquí les propongo algo de esa influencia, pero les animo a que lean Mateo con la intención de encontrar belleza en la forma de narrar. Claro, esto no se hace en un día, como cualquier cosa que tenga que ver con una belleza elaborada, esto surge de lecturas tranquilas y de leer y leer muchas veces los pasajes.
Miren los versículos 2 y 3 del capítulo 8: “Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio.
El leproso hace dos movimientos: se acerca y se postra. Jesús hace dos movimientos: extiende su mano y le toca.
El leproso dice: “Si quieres puedes limpiarme”, Jesus le responde de forma repetida: “quiero, sé limpio”.
¿Por qué digo que hay belleza? Porque hay esfuerzo en escribir de una forma determinada y ordenada. Reconocemos que hay un trabajo bien hecho. No es sólo ponerse a escribir sin más, sino que hay reflexión a la hora de escoger las palabras y darle orden.
El leproso
1 Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. 2 Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Un leproso era una persona apartada. No necesariamente solo, probablemente estaría con otros enfermos. Pero no podía estar con personas sanas. Debían mantenerse las distancias. Jesús estaba rodeado de multitudes y este hombre asume un riesgo: meterse en medio y acercarse a Jesús. Supongo que la imagen es que según él se acercaba, otros se irían apartando, aunque el texto no menciona esos detalles.
Me pregunto si, en medio de todo eso, el leproso es una muestra de la forma en la que nos acercamos a Jesús.
- Poner todo sobre la mesa. Es decir, hay riesgo aquí. Está haciendo algo totalmente inapropiado en su cultura. No sé qué consecuencias tendría en caso de que Jesús no le atendiese, pero estaba incumpliendo normas. En ese sentido, la prioridad de encontrarse con Cristo está por encima de cualquier otra norma.
- Es un hombre desesperado. Y es en esa condición de desesperado que Cristo nos quiere. Jesús habló de los pobres en espíritu, de la bancarrota espiritual: “Ya está, no puedo hacer nada. Todo depende de ti”.
- Eso implica humildad y adoración. La palabra que se usa se traduce muchas veces como adoración, pero en este texto está hablando más de la postura que tomó. Algunas traducciones expresan que se puso de rodillas, pero no es solo eso, sino que además de estar de rodillas, inclinó la cabeza en el suelo. ¿Has tomado alguna vez esa postura en oración?
- Reconocimiento de la voluntad de Dios: es una expresión hermosa: “si quieres”, reconociendo no sólo la voluntad, sino la libertad de Cristo. ¿Te has preguntado qué es lo que él quiere?
- Por último, el reconocimiento del poder de Dios. Es una muestra de confianza de que sabe que Jesús puede hacerlo. Pero me pregunto una cosa, ¿no le estará también dando permiso? A fin de cuentas no sólo Dios es libre, también nosotros somos libres y quizá le esté diciendo: si quieres hacer algo conmigo, eres libre para hacerlo y yo, que soy libre, también te dejo hacerlo.
¿No es preciosa esta forma de acercarse a Cristo? Dos personas, dos voluntades que se dan libertad una a la otra. Claro que Cristo es Dios y puede hacer lo que él quiere y lo hace, pero también quiere contar con que nosotros libremente le digamos: entiendo que en la vida tengo que contar con que tú eres Dios, y libremente me entrego, haz lo que quieras, no con resignación, sino con reconocimiento.
En cuanto a nosotros, podemos tener un tiempo de oración. El leproso pidió por limpieza, también podemos pedir eso, pero piensa en otros aspectos y desde la perspectiva de qué es lo que él quiere. Yo quiero ser limpio, yo quiero ciertas cosas, pero ¿es lo que quieres tú? Respeto tu libertad como el Señor que eres y mi libertad es darte permiso para que hagas lo que sólo tú puedes hacer.
Jesús
Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.
- Las manos de Jesús
Tocar a un impuro y lo que esto significa. Los leprosos son como los intocables. Probablemente se tocarían entre ellos, pero nadie lo podía hacer, porque eso significaba no sólo el posible contagio, sino además el no poder participar de rituales o el no poder tocar precisamente a otros. Nadie los tocaba.
La creación del ser humano es tremenda. El tacto es una parte de ella y es alucinante. Lo que significa tocarnos unos a otros es algo complejo. Puede ser doloroso, puede ser maravilloso. Puede evocar sentimientos que ni sabíamos. Pueden expresar muchas cosas.
¿Qué pudo sentir este hombre cuando fue tocado? Jesús fue más allá de lo que éste hombre esperaba. Jesús pudo curarlo sin tocarlo. De hecho el siguiente relato que se nos cuenta fue a un milagro remoto, puede que a kilómetros de distancia. A este hombre lo tocó con toda la intención del mundo.
Si ya las palabras “quiero” eran significativas, el toque lo era aún más. Muestran la importancia que tiene la persona para él.
- El corazón de Jesús
La expresión de Jesús de que “quiere” es importante. Aquí no hay: “bueno, como puedo hacerlo, ¿qué más me da? Me sobra el poder, voy a darle algo a este pobrecillo y pasamos a otra cosa, mariposa”. Tampoco es porque le moleste. No hay condescendencia, hay interés.
El corazón de Jesús es: quiero hacerlo, mi voluntad es hacerlo. Esto que hago lo hago mío, porque me parece importante. Tú eres importante y mi voluntad es hacer algo bueno por ti.
Una de las cuestiones en nuestra relación a la hora de dar y recibir es el problema de la compasión. Sentirnos compadecidos nos parece que nos da poco valorados. Nuestra situación es de pena. Y es así realmente, pero eso no quiere decir que carecemos de importancia.
Jesús tenía compasión, pero en ningún momento hay condescendencia, hacer que el otro es poca cosa. Jesús actúa con su plena voluntad. Quiero ayudarte, para mí es importante y deseable ayudarte.
Aunque no está en este texto, podemos pensar que otro aspecto que destruye esa sensación de condescendencia es la alegría. Dios nos pide dar con alegría. En la historia del hijo pródigo tenemos esa alegría al recibir a alguien, de restaurar a alguien. La alegría destruye ese tipo de relación que queda de culpa o de deuda que no trae libertad.
- Las palabras poderosas de Jesús. Podríamos hablar mucho sobre esto, porque la Biblia está llena de ejemplos de lo que significa hablar para Dios. Dios habla y suceden cosas. Así lo hizo Cristo. Habló, expresó su voluntad y sucedió. El los siguientes pasajes hablaremos más de esto.
No lo digas a nadie
Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos.
Estas palabras de Jesús han hecho escribir mucho. Es un misterio, porque Jesús realmente no explica por qué lo pidió, así que tenemos que intentar averiguarlo. ¿Por qué para Jesús era esto tan importante? Marcos lo resalta más aún, pero aquí tenemos también a Mateo recogiendo estas palabras. Algunas de las razones que se dan:
- Una posible razón es que Jesús, no quería acelerar su programa. Si desde un principio se encontraba ya con tanta fama, las cosas podrían suceder más rápido de lo que él quería, así que pide que no lo digan. Esto tiene su sentido, porque son palabras que dice al principio de su ministerio, y no al final.
- Otra razón puede ser evitar que la gente acudiera a él sólo por los milagros. Pero no creo que fuera esto, a fin de cuentas él dijo que vino para hacer eso precisamente.
El caso es que Jesús tenía ya mucha fama, ya mucha gente iba a buscarlo. Intentar acallar esa fama iba a ser muy complicado. Encima no le hacen caso, sabemos por el evangelio de Marcos que este hombre (ya no le podemos llamar leproso) se lo contó a todo el mundo.
Yo propongo otra posibilidad, que no está en contra de las anteriores, y es que Jesús actúa como es su persona y como precisamente había enseñado: Mt 6:3-4, 6:6; 17-18. Él no iba pregonándose a sí mismo, así que pedía que no hablaran.
La limpieza
¿Nos hemos acostumbrado a la suciedad? ¿A vivir de forma impura? Un leproso sabe continuamente que es impuro, se lo recuerda la gente. Pero a nosotros no nos tratan así. Seguro que entre los leprosos también se trataban bien.
De vez en cuando nos sentimos sucios por cosas de nuestra vida. Por nuestra sexualidad, por nuestra forma de comer, por cómo estamos en nuestras relaciones unos con otros, por cómo nos tratan los demás (no sólo nos sentimos sucios por la culpa), etc. En todas estas circunstancias, podemos ir a Jesús y clamar: límpiame.
Si es con motivo de nuestra culpa, nuestra situación es acudir continuamente en arrepentimiento. Austin Farrer, escribió algo que me gustó mucho (está traducido por mí): “convertido o no convertido, permanece la verdad de ti que en ti, esto es en tu ser natural, no mora nada bueno. Los santos no son hombres (mujeres) que guardan el bien en sí mismos, ellos son simplemente hombres que no tardan en arrepentirse, y para quienes arrepentirse es algo honorable” (The Brink of Misery). Podríamos decir que los puros son aquellos no que nunca se sienten sucios, sino que no tardan en darse un baño en Cristo y que les parece lo mejor que pueden hacer y no se avergüenzan por ello.
Las personas se sienten impuras, sucias, como víctimas y como culpables. Quizá también podemos estar atentos a estas conversaciones y mostrarles lo que hacemos nosotros para encontrar la pureza y perdón.
Foto de Joshua Burdick en Unsplash
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