Ahora, pues, meditad en vuestro corazón desde este día en adelante, antes que pongan piedra sobre piedra en el templo de Jehová.
Hageo 2:15

Decisiones éticas

De forma constante se nos presentan en la vida decisiones en las que nos podríamos plantear si es correcto hacer lo que estamos haciendo, ya sea cosas que repetimos con cierta asiduidad o decisiones puntuales. Pondré dos ejemplos: ¿Puedo ver esta serie o esta película? No hace falta que proponga un título, seguro que todos nosotros podemos pensar en alguno entre tantos que hay que podría presentarnos la duda. ¿Puedo participar de cualquier fiesta que organiza nuestra sociedad? ¿Le importa o afecta a Dios eso?

Como en la Biblia no tenemos ningún “mandamiento” explícito sobre los títulos de películas que podemos ver, cabe pensar sobre si es posible participar y disfrutar de ellas. Es cierto que muchas veces ni lo pensamos, simplemente lo hacemos o no por hábito, miedo, tradiciones, etc. Estamos tan  habituados a nuestras decisiones cotidianas que a veces sólo nos la planteamos si, por ejemplo, tenemos alguien a nuestro lado que nos observa.

En ocasiones tiramos de algunos principios bíblicos como “todo me es lícito pero no todo conviene”. También pensamos que hay cierta flexibilidad en estas cuestiones y que cada uno puede escoger según crea conveniente. Si a eso añadimos que no “podemos juzgarnos unos a otros”, nos queda que casi cualquier cosa que hagamos podemos encontrar una razón para hacerla y nadie nos puede decir nada,  porque lo peor que uno puede hacer en la vida es juzgar a otro sobre sus actos. En definitiva, casi parece que Dios está dispuesto a adaptarse a cualquier cosa que podamos hacer y que no le importa mucho. Si lo hacemos con sinceridad de corazón y con amor y no hace daño a nadie, pues está bien. También puede pasar todo lo contrario e irnos por el camino legalista.

El camino de la mente y el problema del corazón

Un camino por el que tratamos de resolver estas cuestiones es el de la mente. Seleccionamos y estudiamos textos bíblicos que pensamos que puedan relacionarse con lo que estamos decidiendo. También analizamos la realidad y tratamos de ajustar las dos cosas. Ponemos sobre la mesa contradicciones, excepciones y el balanceo entre la misericordia, la verdad, la libertad y la justicia. Este camino es evidentemente bueno, adecuado y tenemos que hacerlo. Dios nos habla de su sabiduría que nos ayuda para decidir adecuadamente sobre las cuestiones de la vida (véase el libro de Proverbios o el Sermón del Monte como ejemplos). Existen muchos principios que si los utilizamos correctamente son muy reveladores y claros para muchas de las decisiones.

Sin embargo, uno de los problemas de este camino es que nuestro corazón tiene mucha fuerza y nuestros deseos son profundos de tal manera que inclinan nuestra mente para dar más énfasis a una cosa o a otra según nos interese. Llegamos a seleccionar e interpretar de una forma específica aquellos textos que finalmente nos apoyen. Ya sea para ser más “liberal” o “más conservador”.

En este sentido tenemos corazones de hermano menor que tiende a alejarse de Dios por medio de la búsqueda de la propia satisfacción en el placer, y por otro los corazones del hermano mayor, que también se aleja de Dios, aunque piense que no, porque busca el merecimiento a través de ser mejor que el otro.

Escuchar la voz de Dios

Sin embargo, no tenemos tan solo ese camino, y en forma de conclusión es lo que principalmente quiero compartir. ¿Tiene Dios algo que decir sobre nuestra vida cotidiana? Por supuesto que sí, Dios se muestra interesado por los detalles y por eso también cabe preguntarle.

¿Es malo construir uno su propia casa? Eso era lo que estaban haciendo las personas en tiempos de Hageo. Eso no tenía nada de malo, pero Dios tenía algo que decir sobre ello: si eso significaba abandonar el deseo de reconstruir el templo, había algo que en su corazón no estaba bien y Dios les llama a meditar sobre sus caminos. Esto se puede extender a otras cosas en las que quizá Dios quiere poner orden.

Por eso, creo que además de las reflexiones bíblicas oportunas y necesarias, tenemos que ser valientes y poner nuestra vida cotidiana en sus manos, meditar en ella y preguntarle: ¿quieres que abandone esto? ¿Quieres que dedique mi tiempo a otra cosa? Tenemos que dar espacio a que Dios pueda conversar con nosotros sobre nuestro “pan de cada día”, nuestro trabajo, nuestro actuar y con lo que nos alimentamos. En su tiempo y a su forma él nos dará respuesta si de verdad estamos deseosos de recibirla.

Esto también nos ayudará a no juzgar a las personas y si tenemos diferencias, invitar a otros a que de forma sincera resuelva sus diferencias con Dios. ¿No confiaremos en que él mismo actuará?

Foto de Greg Rakozy en Unsplash