Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
Lucas 9:2

Dos vertientes del reino de los cielos.

Jesús proclamó dos vertientes del reino de los cielos como buena noticia. La primera la encontramos más enfatizada en el evangelio de Mateo cuando Jesús empezó su ministerio proclamando la siguiente frase: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Es decir, remarca nuestra situación de maldad y la vía del arrepentimiento.

La segunda la destaca el evangelista Lucas. Él cuenta que cuando Jesús aún se estaba dando a conocer, visitó la ciudad de Nazaret, donde se había criado. Allí leyó en una sinagoga un texto de Isaías que hablaba de lo que el Mesías iba a hacer: atender a todas aquellas situaciones de injusticia y debilidad, a ciegos, sordos, presos, pobres y quebrantados de corazón (Lucas 4:16-20).

Estas dos vertientes describen nuestra nefasta realidad. Por un lado, todos somos responsables de nuestras vidas y pecados, y a todos nos pesa el daño que hemos hecho. Todos, si fuéramos sinceros, deseamos que nos perdonen por aquellas cosas que están en nuestro pasado y que de vez en cuando recordamos y deseamos olvidar definitivamente. Todos necesitamos el perdón a través del arrepentimiento.

Por otro lado, todos somos víctimas de algo, ya sea de nuestra infancia, de la sociedad, de personas que nos ha hecho mucho daño, de enfermedades de las que no somos responsables, de defectos de nacimiento, de catástrofes naturales, de esclavitud de algún tipo (trabajo, sustancia, relaciones tóxicas). La lista puede ser interminable. Y todos anhelamos que se nos haga justicia por ello.

¿Qué es una persona redimida?

Cuando Jesús trae la buena noticia (evangelio), él da respuesta a esta doble realidad. El evangelio entonces, nos redime tanto del pecado como del sufrimiento del que somos víctimas.

Algo en lo que quizá no hemos reflexionado tanto es en contestar esta pregunta: ¿en qué consiste una persona redimida? Porque no es tan sólo aquella que tras su muerte, en vez de ir al infierno, va al cielo. Es algo más, el evangelista Juan dice que es una persona que ha nacido de nuevo, que es reconstruida o renovada. Es alguien que de forma progresiva va siendo libre tanto del daño que ha hecho y de la culpa que carga (de su pecado), y también que es liberado o lo va a ser de la situación de víctima que ha padecido, y que, mientras espera la liberación final, está aprendiendo a vivir en este mundo con esperanza y alegría.

La queja y la culpa y las buenas noticias

En nuestras conversaciones, la queja por la realidad que nos rodea es el pan de cada día. Esa queja en el fondo es parte del reconocimiento de que necesitamos ser redimidos de las circunstancias que nos oprimen en mayor o menor medida y también de nosotros mismos porque  mostramos una continua insatisfacción. Si además entramos a conversar íntimamente y se muestra vulnerabilidad, no será imposible que acabemos hablando de la culpa que llevamos encima.

Teniendo en cuenta esto, tengo varias preguntas en las que reflexionar: ¿ seremos capaces de expresar a quienes no conocen a Cristo que son personas que necesitan redención, de mostrarles en nuestra propia vida lo que es una vida redimida? ¿Podremos presentar a Cristo como un ejemplo evidente de lo que significa la vida nueva una que no está acosada por   su propia maldad, que vive en libertad y caminó y trazó un camino de entrega y gracia que destruyó toda maldad?

Foto de hannah grace en Unsplash