Un sólo mediador
La Biblia nos habla de que no hay otro mediador entre Dios y los hombres, sólo uno, Jesucristo (1 Timoteo 2:5). Esto significa que nadie nos puede sustituir sino tan solo Jesús. Él es el único que puede interceder para darnos la salvación.
Sabemos que históricamente, la reforma protestante luchó para eliminar aquellos obstáculos que la iglesia católica ( la que existía en ese momento) trataba de poner para mediar entre Dios y los hombres, manipulando de esta manera a muchas personas.
Sin embargo, en algún momento esta idea real, la relación directa entre Dios y el hombre, se pervierte dando lugar a un individualismo que tiene consecuencias nefastas para la vida de los discípulos de Cristo.
De forma más o menos voluntaria, el cristiano individual se pregunta por qué no progresa en su relación con Dios, por qué no obtiene la victoria frente a adicciones o pecados que dominan su vida, en la vida en general. Aunque no tiene por qué ser la única respuesta, una de ellas es que siempre lo intentamos solos. Por una cosa o por otra, queremos mostrarnos poco vulnerables y dependientes los unos de los otros.
La conexión con Dios a través de los otros
Quizá no hay una teología directa y explícita sobre lo que voy a explicar, pero existen varios ejemplos que, de forma soslayada, expresan la relación estrecha entre nuestra vida comunitaria y la que tenemos en Dios en Dios, en Cristo o en el Espíritu:
- Jesús al hablar del juicio a la humanidad, en forma de parábola, menciona que se separarán aquellos que él conoce de los que no. A los que él conoce se les identifica por un aspecto de su vida: haber atendido a pobres, encarcelados, enfermos, etc. Jesús enseña que al atender a “sus hermanos pequeños” que están en estas condiciones, se lo han hecho a él mismo. Sin tratar de resolver todas las preguntas que surgen de este texto, Jesús deja implícito que servir a Dios o a él mismo se hace sirviendo a otros. (Mateo 25:31-46)
- En otro momento, cuando Jesús enseña sobre el perdón, también nos habla de la relación entre perdonar a otros y recibir el perdón de Dios (Mt 6:14-15). Claro que vuelve a ser un texto difícil de interpretar, ¿o es que acaso no nos perdona Dios primero? Si dependiera de nosotros, no obtendríamos el perdón de Dios; pero vuelve a existir esa conexión estrecha de la vivencia del perdón entre Dios y los hombres.
- Juan, al hablar del amor en sus cartas, lo hace en términos similares: ¿cómo podemos decir que amamos a Dios si no amamos a nuestros hermanos? Podríamos entender que cuando amamos a nuestros hermanos también amamos a Dios. Es verdad que no es esto lo que enseña Juan, pero también queda de alguna manera implícito (1 Juan 4:7-21).
- Otro ejemplo ¿podríamos decir lo mismo en cuanto a someternos a Dios? Pablo enseña a que lo hagamos entre nosotros (Efesios 5:21) y también pide a los Gálatas el llevar las cargas de los otros (Gálatas 6:2). ¿No podría ser que una forma de manifestar ese sometimiento a Dios es que lo hagamos entre nosotros? ¿Podemos depender de Dios sin depender los unos de los otros? Es curioso que no sólo la Biblia, sino que también la experiencia nos enseña que para salir de un proceso de esclavitud o adicción, es necesario hacernos dependientes de otras personas. En los grupos de ayuda con tendencia cristiana, la dependencia de Dios está muy relacionada con la dependencia mutua. Es un aspecto totalmente necesario para sobrellevar una adicción.
- Como último ejemplo, Pablo, en la carta que escribe a la iglesia en Corinto, nos enseña que somos el cuerpo de Cristo (1 Co 12). De esta forma, lo que nos hacemos unos a otros afecta a todo el cuerpo. Si esto es así, lo que nos hacemos unos a otros, ¿no significa que lo hacemos a Cristo mismo?
Con todos estos ejemplos no pretendo decir que Dios es la iglesia. No comparto una idea panteísta, pero aquí y allá se expresa la relación estrecha entre lo que vivimos en la comunidad de Dios y la relación que mantenemos con él, de tal forma que ambas ideas no se pueden separar fácilmente.
Como cristianos no somos mediadores entre nosotros y Dios, pero sí vivimos y experimentamos a Dios unos con otros cuando vivimos en comunidad.
La vida plena está en Dios y con los otros.
No es bueno que el hombre esté solo, dice Génesis y aún sigue siendo real. Insisto, vivimos la vida en Dios a través de nosotros.
En Dios nada nos falta (Salmo 23:1), pero como somos ovejas, somos parte de un rebaño y Dios provee para todos, de forma conjunta. Por ello, y debido a esa naturaleza comunitaria que tenemos, toda nuestra experiencia está marcada por la comunidad: vivir venciendo el pecado será a través de nosotros, experimentar el amor y la vida de Dios será siempre entre nosotros. Ninguna de las cosas buenas que Dios da, ni la libertad, ni la paz, ni ninguna otra cosa se experimenta en solitario.
Esto es así en cualquier aspecto de nuestra vida, como en la intimidad. En la medida en la que nos atrevamos a experimentar una intimidad y vulnerabilidad entre nosotros, nuestra alma estará más dispuesta a experimentar la intimidad con Dios y a la inversa. La intimidad con Dios nunca será completa sin intimidad con otros. La intimidad con otros nunca será completa sin intimidad con Dios. Eso es lo que nos enseña Juan.
En estos últimos tiempos me he dado cuenta que es necesario que dé un paso más hacia la dependencia y disfrute de la relación de confianza con los otros, hacia la renuncia de la vida solitaria en las dificultades y bendiciones de la vida.
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Jejeje estas ideas son muy familiares ahora que estoy leyendo How People Grow. 😉
Sí, aunque no sólo viene de esa lectura, sino de mi propia experiencia y de otros pensamientos teológicos, es verdad que ese libro ha reforzado lo que he estado viviendo. De alguna forma Dios, una vez más, va guiando el camino. Gracias.