Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Juan 13:1
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Jesús el dia de la Pascua
La celebración de la Pascua que tuvo Jesús con sus discípulos antes de que Judas lo entregase fue una despedida. No fue un adiós definitivo, porque los volvió a ver después de su muerte. Tampoco fue como las celebraciones que nosotros solemos organizar cuando alguien se muda a otro país o deja un trabajo. Sin embargo, a fin de cuentas, había algo de despedida, porque ya les había estado diciendo desde hace tiempo que él tenía que irse.
Juan nos cuenta que esa noche él los amó hasta el fin. Es una expresión que implica “hasta lo máximo” o “a más no poder”, y lo hizo realizando una tarea que le correspondía a los esclavos: lavar los pies de sus amigos.
Una fiesta de despedida
¿Cómo haríamos nosotros una despedida? Lo normal es que quien se va, sea la persona que se convierte en el foco de atención, y por tanto recibe regalos, es agasajado y se le organiza una celebración para que pueda recordar a los que se quedan. Deseamos que, cuando no esté, nos mantenga en su pensamiento. No queremos que el vínculo se diluya, sino que permanezca en la distancia.
Como responde Jesús, sin embargo, es al contrario. Es él quien hace un gesto para que sus discípulos se sientan más unidos a él. Actúa de tal manera, que no olvidarán aquél momento tan fácilmente. Jesús se humilla y les lava los pies. Ese comportamiento les avergüenza, porque ellos se saben indignos de Jesús, pero a la vez les muestra amor y honra.
Además, Jesús sabía que al día siguiente todos le abandonarían. Y en el momento en el que se viesen como traidores y fracasados en su lealtad, ¿qué recordarían de él? ¿Qué les permitiría volver a él a pesar de la vergüenza?
Estrechando lazos
El deseo de tener vínculos fuertes y duraderos con otras personas es positivo y necesario. Por nuestra historia familiar y personal hemos aprendido a establecerlos, a mantenerlos y a romperlos de ciertas maneras que deberíamos revisar. Y el caso es que, viviendo en orgullo, la consecuencia natural será la de diluir o quebrar estos lazos.
Aunque no es el propósito principal del pasaje, propongo que Jesús aquí nos muestra un modelo más excelente. La mejor forma de afianzar nuestros vínculos es por medio de la entrega de uno mismo, honrando a otros aunque eso pueda parecer que a ojos de los demás que nos estemos humillando.
Foto de Kasia Derenda en Unsplash
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