Rebosa mi corazón palabra buena;
Dirijo al rey mi canto;
Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.
Salmo 45:1
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La expresión
Hay buenos poetas. Algunos, sin serlo, aprecian la lectura de las palabras rimadas. Hay quienes se expresan en prosa o incluso quienes componen música. Personas que, conmovidas por algún motivo, son impulsadas a la creatividad. Su “corazón” está tan lleno y no puede contenerse. Es eso lo que le sucede al salmista ante un rey al que contempla y ve como hermoso. Un rey que indudablemente apunta a Cristo.
No todos tienen esa habilidad artística, y quienes no podemos crear con la belleza del lenguaje, nuestro recurso es el silencio o pronunciar palabras toscas como “¡qué pasada!”. Quizá usemos algunas ideas aprendidas que tomemos prestadas. Incluso entonar malamente una melodía conocida.
Si esta experiencia no sucede en nuestra vida y la anhelamos, creo que es propio de que sea un motivo de oración. Que pidamos apreciar la hermosura de Cristo y que rebose nuestro corazón.
Dedica lo mejor
Este versículo me ha proporcionado otra reflexión. Los hijos de Coré componen este salmo porque Dios les ha dado la posibilidad de componer. Ellos, por su parte, ofrecen al rey desde su habilidad (“escribiente muy ligero o muy hábil”). Este era su trabajo y lo hacían lo mejor que podían.
En este sentido, allí donde estemos ejerciendo una responsabilidad (en casa, empleo, iglesia, etc.) una cuestión que podemos plantearnos es ¿qué habilidad tengo para poner a disposición? Es decir, incluso en aquellos entornos en los que no somos “los mejores”, podemos conocernos y ver qué es aquello que Dios nos ha dado y ofrecerlo. A veces puede ser saber crear un buen entorno con los que nos rodean, o concentración, o la organización o distender…
Pero aún más. La fuente de todo lo que hacemos, que sea el desbordamiento de nuestro corazón hacia Dios. Allí donde nuestras manos hagan algo, que sea impulsado por la belleza de nuestro Dios.
Foto de Thought Catalog en Unsplash
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