Los malvados conciben el mal;
    están preñados de dificultades
 y dan a luz mentiras.
Salmo 7:14 (Nueva Traducción Viviente)

Procesos

La vida es un proceso de crecimiento y también de descomposición. Desde la vegetación al mundo animal, se empieza desde algo pequeño que va en aumento de fuerza, volumen y belleza, hasta que se inicia el camino contrario hacia la muerte y después de esta a la descomposición.  La formación del ser también tiene una tendencia a crecer o decrecer, en el que también se concibe y se obtiene como resultado el fruto de las semillas que hemos utilizado.

En ocasiones, ante las tremendas atrocidades que han llegado a cometer algunas personas nos preguntamos: ¿cómo es posible que alguien llegue a realizar esos crímenes? Hasta el punto de que no nos cabe otra posibilidad de que su mente no debe ser sana.

Y puede que haya algo de cierto en eso, en que el resultado final de nuestra mente y espíritu sea el de la podredumbre, la incapacidad de amar, de sentir el sufrimiento del otro o peor aún de disfrutar de la maldad. Pero ese momento proviene de una historia en la que se empezó a concebir algo y se le dio un mal alimento, acabando con una visión muy distorsionada de la realidad (una mente atrofiada).

Responsables

Por eso tenemos que cuidar en primer lugar qué estamos concibiendo, qué pequeñas decisiones estamos tomando que finalmente pueden llevarnos a alimentar un espíritu que dé como fruto la maldad. 

Estas decisiones pueden abarcar las influencias por las que nos dejamos afectar, los pequeños deslices que “nos permitimos”, los trabajos que decidimos aceptar, los premios que nos concedemos, dar espacio al orgullo de creernos merecedores de cualquier cosa, etc. Todo ello es una semilla capaz de crecer con más o menos velocidad hacia la autodestrucción y hacia dañar a otros.

Por otro lado, también somos responsables de poner nosotros la semilla en otros que están cerca de nosotros, contribuyendo a alimentar una vida alejada de Dios. Ya Jesús nos advirtió sobre esto (Mateo 18:6-9).

La gestación de la vida buena

Pero hay otro camino y otro fruto. Jesús enseñó que la vida junto con él empieza con un nuevo nacimiento (Juan 3). Un nuevo comienzo que va hacia la misma vida que él vivió, porque él quiso compartir todo lo que él era: su paz, su alegría, su amor. 

Los proverbios también  hablan en ese sentido, la vida del justo empieza como algo pequeño que va creciendo hasta que llegará finalmente a su esplendor, así como lo hace la luz del día (Prov 4:18).

En ese sentido, no podemos dejar de concebir y alimentar. O lo haremos en un sentido o en otro. O Dios implanta su vida en nosotros y la alimentamos sanamente, o lo hacemos lejos de él, y entonces concebimos y damos a luz cualquier cosa que no valga la pena.

Foto de Anna Civolani en Unsplash