“Gozaos en el Señor siempre” (Fil 4:4)

La búsqueda de gozo

Todos buscamos gozo. Estamos capacitados para sentirlo, sin embargo no podemos decidir producirlo en nosotros en un momento puntual, así sin más. Aunque a veces se dice que depende de nuestro interior, si somos honestos sabemos que eso no es posible. De hecho, hemos aprendido a organizar nuestra vida para procurar el gozo y de alguna forma lo conseguimos, de ahí que vayamos a fiestas, encuentros con amigos, tratemos de obtener logros, etc.

Eso sí, luego sucede que nos ponemos a pensar si este tipo de alegrías valen la pena, ya sea por el tiempo que dura, o por su significado, porque intuimos que las cosas en las que nos hemos alegrado de verdad no tienen demasiado valor. Es decir, en el fondo intuimos que no sólo es importante la emoción, sino aquello que la  ha provocado  u otra forma de decirlo: en donde hemos puesto nuestro gozo.

Gozo completo

El escritor del evangelio de Juan es quien nos habla de un “gozo cumplido”, o más bien completo. De hecho, de los cinco escritos suyos que nos han llegado (el evangelio, tres cartas y el Apocalipsis), esta expresión aparece en tres de ellos.

En griego la palabra que Juan utiliza tiene la idea de “cumplido” en el sentido de que ha llegado a completarse,que llega hasta el final, hasta donde tenía que llegar. Podría decirse también que se perfeccionó. Es decir habla de un gozo que es a la vez  estable y de valor. Por un lado siempre podemos acudir a la fuente que lo produce (como dice Pablo a los Filipenses 4:4) y por otro, es un objeto de gozo del cual podemos decir que vale la pena. Y así nuestro gozo se completa.

¿Cómo nos gozamos en algo?

14 Me regocijo en el camino de tus estatutos
más que en todas las riquezas.
15 En tus preceptos medito,
y pongo mis ojos en tus sendas.
 y jamás olvidaré tu palabra.
Salmo 119:14-16

Una vez dicho todo esto, ¿es que finalmente podemos hacer algo para producir en nosotros el gozo? ¿Cómo podemos cumplir  las instrucciones de Pablo de gozarnos en el Señor siempre (Fil 4:4)? Si bien no podemos producir una emoción, o sensación o estado, sí podemos poner un fundamento para alimentar una vida de gozo. Voy a proponer tres cosas:

a. El objeto del gozo

Cuando queremos o buscamos activamente sentirnos gozosos, lo que hacemos en realidad es poner la confianza en algo que nos lo produzca: una relación, un acontecimiento, un regalo, un éxito, la aprobación en los demás, o puede ser incluso un recuerdo. Es el ejercicio de la fe, confiar en algo.

Ese acto es bueno, y no está mal sentir gozo por ciertas circunstancias que nos sucedan, tampoco está mal participar de esas cosas. Lo no sería prudente es poner toda nuestra fe en estas cosas, porque sabemos que éstas finalmente son inconstantes en la vida y no cumplen todas las expectativas que hemos puesto en ellas. Incluso las cosas más importantes como las personas cercanas, no siempre son fuente de gozo, a veces lo son de conflicto.

Por eso, el salmista, en el texto con el que empieza este apartado, pone el gozo en algo estable: la palabra de Dios. Él decide que confiar en que la vida vivida como Dios le agrada, producirá finalmente gozo. En realidad, es una forma de poner la fe y confianza en Dios mismo. De hecho, eso es lo que dice también Pablo: gozaos en el Señor. Es un acto de fe, de confianza. Es elegir a Dios como fuente estable de gozo.

Ahora bien ¿cómo se hace eso?

b. Viviendo en consecuencia

En primer lugar, el salmista nos habla de alegrarse cuando vive en la  Palabra (Sal 119.14). La confianza en algo hace que vivamos conforme a esa cosa y si eso es bueno, produce un resultado de gozo. 

c. La contemplación de Dios y su palabra

En segundo lugar, el gozo proviene de la contemplación o deleite de lo que amamos o de lo que confiamos (119.15-16). Esto es algo que es difícil de comprender hoy en día y quizá es una de las razones por las que “nos aburrimos” frecuentemente: no sabemos contemplar. Estamos tan habituados al estímulo constante, al cambio de una cosa a otra, a lo inmediato. Pararnos a mirar, escuchar o pensar en algo, sin interrupción y con placer nos resulta incomprensible. La pérdida ha sido inmensa.

Un ejemplo traído del deporte

Aunque en realidad, estas tres cosas son algo que hacemos en la vida más o menos bien. Pongamos por ejemplo lo que sucede cuando seguimos a un deportista: acudimos a verlo porque hemos puesto nuestro gozo en él, si gana, sentiremos alegría, si pierde, nos producirá tristeza. Hemos vinculado nuestra emoción con lo que sucede a otra persona, hemos confiado en él y hemos puesto nuestro gozo en él (o ella).

Además, vemos cómo compite o practica su deporte (contemplar) y en cierta medida, a veces intentamos imitarlo,bien deportivamente hablando o en su forma de vida (sus valores). En esta contemplación e imitación, encontramos gozo.

Ahora bien, la decisión está en si decidimos o no que Jesús sea nuestra fuente de gozo como intentamos que lo sean otras personas o cosas en la vida.

Jesús comparte su gozo

El caso es que Jesús vino para solucionar nuestro problema del gozo. De hecho él mismo dijo que es una de las razones por las que vino, para darnos su gozo (Jn 15:11). Cuando la gente que le rodeaba le miraba, encontraban en él un gozo que ellos mismos no tenían y que no habían visto en otros. va y dice Jesús dijo con una honestidad brutal: “yo he venido para que mi gozo también lo tengan ustedes”.

Esto es así, porque Él es la vida misma, vida llena de gozo. Ahora podemos decidir poner nuestro gozo en él, y sabemos que al final, este gozo se producirá, porque tenemos certeza que el resultado final será inmejorable.

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